“PUERTAS GIRATORIAS” Y “DERECHO DE CONQUISTA”
Hay episodios sangrantes que provocan a la ciudadanía. Son
los que alimentan soluciones, unas reactivas y nostálgicas, otras, movimientos
regeneradores que son el germen del progreso, aunque también con riesgos. A la
muerte del Generalísimo los españoles contenían la respiración, pero después se sientieron felices al
comprobar que una dictadura desalmada como la de Franco desembocara felizmente en
la Transición. A los que no creyeron en ella, se les acusó de antiespañoles por
no perdonar ofensas. Todo era un sueño, ninguno de los que se aprovecharon tuvo responsabilidades, cuando sus herederos se hicieron con el poder gracias a la
Constitución. Hijos de altos cargos del Movimiento llegaron a ministros y se
declararon demócratas de toda la vida.
Al cesar funcionaban con fluidez las puertas giratorias, de forma que pasaban a
consejeros de empresas antes públicas, los cuales fueron los artífices de sus privatizaciones a precios de saldo. Los hubo
que ganaron oposiciones en cuyos tribunales siempre había “uno de los
nuestros”, y la endogamia funcionaba. Los
puestos claves estaban reservados para aquellos
demócratas sobrevenidos. Federico Trillo es un caso paradigmático: hijo de un alto
militar franquista, logró ganar la oposición al Consejo de
Estado. Después la de Jurídico de la
Armada y otras muchas, pues oposición a la que se presentaba, oposición que
ganaba. Su carrera era imparable: Ministro de Defensa con Aznar, Presidente de
las Cortes. Pero está visto que saber mucho de leyes no presupone ser
inteligente, pues siendo el responsable de Defensa tuvo que afrontar la
tragedia del Yak 42, que supuso la muerte en accidente aéreo de muchos
militares. Tratando de eludir responsabilidades, decidió dar una solución indigna
al identificar los cadáveres que fue considerado por sus familiares como una
grave ofensa a los que murieron en servicio. Parecía que la buena estrella de
Trillo se apagaba. No fue así: se salvó
de las consecuencias de aquella iniquidad. Ahora es embajador español en
Londres. Sus compañeros le consideraron
“uno de los nuestros” al demostrar que le eran de aplicación los beneficios
derivados del “Derecho de Conquista” de los que triunfaron contra la República
y mandaron durante el franquismo. Y ahora sus herederos en la Transición.
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