LECCION DE CATALUNYA A EUSKAL HERRIA
Estimula comprobar
que el pueblo catalán ha demostrado que
se pueden alcanzar objetivos trascendentales a pesar de las interferencias, mentiras y amenazas de España.
Es una lección porque, además, lo han
hecho en paz, con grandes dosis de tolerancia, pragmatismo y amplio consenso de
la población. Muestra que es una sociedad adulta que valora la importancia del
diálogo, pero no ha pecado de ingenua, pues ha actuado con vigor y se ha
ingeniado para convertir unas elecciones menores en un jaque que ha colocado al estado en crisis a
pesar de contar con todos los recursos. Precisemos: al imperio le ha faltado la
fuerza de la razón y de la democracia. Esto viene al hilo de que en Euskal
Herria existe una mayoría nacionalista superior a la catalana, pero no se logra
un acuerdo entre los partidos para plantear una plataforma unificada que
suponga una amplia mayoría cualificada
que obligue al estado a negociar una salida a la voluntad de autodeterminarse. Contamos,
además, con la valiosa experiencia de los catalanes, de manera que es poco lo que
hay que inventar, aunque existan múltiples diferencias entre ambas
nacionalidades.. No surge un lider carismático que dinamice a las direcciones
del PNV y a la coalición de Izquierda Abertzale, que entre ambas exceden los dos tercios de la
población, por tanto, capaces de plantear inteligentemente una propuesta seria unitaria
que no pueda rechazar Madrid? Existen
demasiados personalismos y partidismos que demuestran que aun no somos un
pueblo adulto como el catalán. La población debería exigir a los partidos que
incluyan esta premisa fundamental en sus programas electorales como
determinante a la hora de otorgar el voto.
Rechacemos el argumento de que no es el momento adecuado: en realidad
nunca lo es cuando no se tiene voluntad para exigir el reconocimiento de la identidad
vasca. Hay excesivos intereses creados, los políticos están cómodos en sus
cargos actuales y prefieren no provocar
al monstruo de Madrid Pero el clamor popular ya se desborda y los partidos no
pueden seguir ignorándolo, pues arriesgan a que surja la desafección popular
respecto a la voluntad de
autodeterminación y termine siendo tema de debate académico para
satisfacción de la metrópoli.
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