LA PREPOTENCIA DE LA BANCA ESPAÑOLA
Al margen de los privilegios de que gozan por parte de las instituciones públicas que,
sumisas, les apoyan con fondos públicos para solucionar sus estafas e
irresponsabilidades, amenazan con
declararse insolventes y provocar el caos general. Además, el trato con la ciudadanía es indignante,
pues se sirven de triquiñuelas para aprovecharse hasta el límite de la
indefensión en la que les colocan. Han elevado las comisiones de forma abusiva
para compensar los tipos de interés reducidos que ya no les son rentables. Han inventado las Preferentes, estafa que ni el Banco de España ni el gobierno se han atrevido a obligarles devolver, además
de sentencias de tribunales internacionales declarando ilegal la forma de cumplir las normas de
capitalización de fondos propios según exigencias de organismos financieros de control
internacionales. Las instituciones se
ponen de perfil y no saben/no contestan, con el perjuicio que ha supuesto para
ahorradores humildes haberles engañado
al no poder recuperar sus depósitos a
pesar de sus promesas. Su imagen
externa es de prepotencia y desprecio a quienes se ven imposibilitados
para devolver sus préstamos porque han
perdido su trabajo. La banca ni se
inmuta, con la connivencia y la frialdad de la judicatura que ordena la
ejecución de los desahucios a familias con hijos que tienen que ocupar
edificios en ruinas, cajeros automáticos o lisa y llanamente a la intemperie,
siempre hostigados por las fuerzas `policiales que se “limitan a cumplir
órdenes” La manera de evitar el rechazo popular es dedicar cantidades siderales
en publicidad compulsiva incitando al consumo superfluo u ofreciendo préstamos
en condiciones celestiales que realmente son imposibles de obtener dadas las
garantías que exigen. Promocionan equipos deportivos de élite, escuderías de
autos de competición y eventos llenos de glamour para popularizar divos de la
canción o estrellas de cine, aunque toda esa fernalia de engaños provoca rechazo
y rabia a la población, aunque consiguen entusiasmar a gente con escasa
autoestima que se deslumbra ante imágenes idílicas, pero irreales que los equipos de publicidad de los
bancos difunden.
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