domingo, 6 de abril de 2014

EL 23 F. INTELECTUALES EN LA SALA DE BANDERAS




              


                 EL 23 F.













INTELECTUALES  EN LA  SALA DE BANDERAS















                                                         Javier Orcajada del Castillo






                                                 






                                                          EL  23 F.






                       INTELECTUALES EN LA SALA DE BANDERAS.

Buenas costumbres militares.

Como de costumbre los cuatro antiguos compañeros  militares se juntaron a las 11 de la mañana para tomar el cafelito y una buena copa de cazalla para recuperar el resuello. Las conversaciones mientras la pausa,  trataban de temas de actualidad: los ascensos de los compañeros que venían publicados en el Boletín Oficial de Defensa, las críticas a los partidos por no poner coto a la corrupción, los crímenes del loco de turno que mata a su ex mujer por haberse echado un  novio después de separase,  y de paso lograr popularidad saliendo en la prensa. Información sobre el famoseo,  exaltación del patriotismo que produce la pasión por “La Roja”, carreras de ciclistas que se dopan, admiración  a favor de la Patria que provoca Fernando Alonso en la Fórmula 1 . Y. finalmente, las consabidas medidas radicales que se les ocurrían a cada uno para solucionar el  “problema de España” que, a su juicio,  está abocando  a su desmembración a causa de los nacionalismos radicales, de los excesos de la democracia y la libertad que  está deviniendo en libertinaje.
 Uno de los contertulios  presentes era el Comandante de Artillería Arteche,  del Alto Estado Mayor, joven apuesto de unos 35 años, delgado, elegante, deportista distinguido en todas las disciplinas, simpático, educado, culto y  muy popular entre sus compañeros y  querido por la tropa. Había realizado cursos especializados de las diferentes disciplinas en las más acreditadas academias militares de  Francia, Alemania y USA, dominando sus correspondientes idiomas. Era lo que se podría llamar un erudito en el arte de la guerra, conociendo a fondo toda la literatura de los principales teóricos  de la guerra, tanto de la antigüedad como de las modernas. Dominaba los textos más acreditados sobre la  guerra: ·”Vom Krieg”, de Clausewitz, “El arte de la guerra” de Sun Tzu, los más expertos alemanes colaboradores de Hitler y los principales generales africanistas españoles a los que admiraba. Su nombre completo acreditaba pertenecer a una de las estirpes más honorables y antiguas de la milicia hispana. Se llamaba Diego Alfonso de la Santísima Trinidad  Arróyabe de Arteche y Sanchez-Medinaceli, Marqués de Medinaceli, Grande de España y Barón de Marquina. Era hijo del General de División, Ex Jefe del Estado Mayor con el Generalísimo, Excelentísimo Sr. Don Bautista Arróyabe de Arteche y de  la Llama del Romero. Su esposa, Excelentísima Sra. doña Maria Eugenia-Esperanza, Aranzazu Somonte de la Línea -Fitz-Greaves y Lopez de la Dehesa, Hija del General Don Alfonso-Carlos Somonte de la Línea y Hohentzoller-Dos Sicilias, Conde del Buen Progreso, Duque de La Serenidad de La Mancha y otros muchos títulos nobiliarios.. Otro de los  contertulios era el Teniente Coronel de Infantería Don Roberto Fernández-López, que alcanzó el grado actual a base de trienios, rellenar estadillos  en Mayoría, hacer milagros con la asignación diaria para alimentar a la tropa y negociar con los proveedores de productos diversos de consumo  las comisiones que le permitieron amasar una discreta fortuna. Siempre solícito a  ir voluntario a toda misión en el extranjero que le supusiera cobrar pluses y dietas de todas clases. Estaba soltero, tras de haberse separado de más de cinco lagartas.  Hijo de un sargento chusquero que hizo lo imposible para   dar la satisfacción a su padre de llegar a oficial. Su apellido se formó de la unión en uno único del de su padre con el de su madre, como era habitual  entre los militares para mostrar  su origen aristocrático como todo el que se preciara entre la gente de armas. Otro de la tertulia habitual era el Capitán de Artillería, Don Manuel Fernández Galán, maestro nacional, sin el menor atisbo de espíritu militar, quien no logrando encontrar un  trabajo por más que lo buscara, terminó  reenganchándose en el ejército al acabar su servicio militar, como pudiera haber entrado en un banco o de profesor en cualquier escuela. El último del cuarteto era el Teniente .de la Legión, el Caballero Legionario Don Leonardo Gómez-Pérez, cuyo padre fue el Cabo Caballero Legionario, Don Tiburcio Gómez Abdellah, nacido en el Maruecos Español, en Tetuán. Su madre era  árabe, que tuvo que aprender español para casarse con el legionario.
 El cafelito solía durar hasta las 12,30 h., media hora antes de subir a Mayoría para ir recogiendo las cosas, cerrando la caja, después de  mantener una breve tertulia con los demás compañeros del Servicio. Por la tarde volvían al intenso trabajo que exigía una alta cualificación profesional y vocacional, no sin antes tomar  café con una copa de Coñac y una buena Faria, todo ello   suministrado a precios de economato. Después de la consumición se echaba una partida bien a la brisca o al tute. Al día siguiente la partida se alternaba con el dominó. Todos ellos eran auténticos maestros de los juegos de mesa, pues ello constituye la pasión de todo buen militar que se precie. Durante la partida se hablaba con la habitual fluidez  y erudición del personal de la milicia de todos los temas de actualidad, pero lo apasionante era cuando el diálogo era sobre la situación política de la patria: entre ellos se quitaban la palabra a gritos,  echaban venablos y blasfemias, se contaban chistes de putas con políticos y una vez desfogados, de nuevo se volvía a la partida. Otro tema de conversación  se refería a la habitual  preocupación de cómo volver a hacerse con el poder los militares,  la tropa  que sería necesaria para desarrollar con éxito las  acciones militares programadas. Calcular el equipo y armamento necesario, de dónde proveerse y las diferentes tácticas a emplear para la consecución de determinados objetivos estratégicos: el palacio de las Cortes, La Moncloa, La Zarzuela, las emisoras de radio y televisión y aquellos puntos clave militares que se consideraban imprescindibles si se esperaba lograr el éxito. En fin, todo eran ideas y supuestos sin base alguna, sólo se trataba de la  clásica dialéctica de los juegos de guerra que eran habituales en las academias militares y en las clases teóricas y cursos para los ascensos de grado. Otro grupo de compañeros que formaban una partida en otra mesa próxima charlaban animadamente con las restantes,  organizando una gran algarabía que hacía difícil entenderse entre sí. Era lo que daba salsa  en aquel ambiente de compañerismo, espíritu militar, olor a tabaco, a poca higiene y las  escasas ganas de trabajar. A última hora bajaban otros compañeros para tomar una copa y para disponerse a salir para casa, tomar unas consumiciones después de la jornada agotadora cuyo horario cumplían escrupulosamente, especialmente el de salida.
Es conveniente aclarar que los sargentos y soldados de las oficinas, de las compañías y servicios auxiliares venían de vez en cuando a dar la novedad a sus jefes, que participaban en la partida,  de manera que todo estuviera perfectamente controlado en caso de alguna inesperada inspección del Oficial Jefe  de Día. El Comandante Arteche era escrupuloso con la bebida, pues sólo tomaba zumo de naranja y fumaba unos puritos brasileños que le traían sus compañeros de la fuerza aérea de contrabando cuando salían de maniobras al extranjero. La exaltación del compañerismo entre ellos era el signo distintivo de la clase militar en todos los grados, aunque a sus espaldas se criticaran sin misericordia: era el toque diferenciador que da prestigio a  los que se dedican al noble  arte de las armas.
Los días que  tocaba guardia, vigilancia o servicio de cuartel a alguno del grupo de la partida,  éste se descomponía  y  se suspendía, dedicándose los demás a las funciones burocráticas  que constituyen la razón de ser de los militares. Una vez a la semana salían a realizar instrucción o maniobras a los campos de ejercicios próximos, lo que constituía un tremendo desbarajuste, pues suponía no hacer nada, pero sin parar de moverse, dar vueltas, gritos y juramentos, cometiendo errores y contradicciones que constituían el motivo de diversión de la pobre soldadesca que tenía dificultades para entender el castellano, puesto que eran andinos o extranjeros de las más diversas procedencias que habían venido aquí como soldados de fortuna, aunque alardeaban de  pasión por “defender a la patria”. Desconocían la jerga de aquellos militares profesionales rudos y sin principios morales, que sentían el patriotismo como si fuera una enfermedad febril que anulaba sus capacidades mentales y provocaba la exaltación de los valores militares más genuinos..

Festividades y conmemoraciones castrenses.

Cuando se celebraban acontecimientos de carácter eminentemente castrense se producía el delirio por la pasión que suscitaba en aquellos patriotas  los uniformes de gala, los sables, .los espadines, los fajines y bandas con la chatarrería que tanto valoran; las medallas y condecoraciones y todo lo que constituía el elemento provocador  para alardear del grado que ostenta cada uno. Parecería  que el hecho de ser militar presupusiera necesariamente  un sentimiento de envidia, servilismo y sumisión a los jefes y superiores. Los discursos eran escuchados con  fingido y respetuoso silencio, pero realmente con disimulada indiferencia por ser idénticos a los de años  anteriores, haciendo el ponente gala de su incultura, superficialidad y falta de originalidad. Terminado el acto castrense se formaban  corrillos y se iniciaba la fase de diálogo conspirativo, precedida por la consabida crítica  contra el poder civil  al que consideraban que era el origen de los males de la patria, aunque todos buscaban mantener buenas relaciones con los políticos en el poder .por si acaso había que buscar protección. Quién no tenía un conocido que a su vez fuera amigo de algún diputado, concejal, funcionario de hacienda para que le diera un trato preferencial a la hora de la declaración de la renta o un responsable de la Guardia Civil de Tráfico para que le quite las multas y le devuelvan los puntos de sanción? .
Al terminar el acto castrense seguía el tradicional vino español que tenía lugar después: era cuando se soltaban los controles y el alcohol fluía en abundancia. Constituye entre los militares una muestra de  capacidad y arrojo según el alcohol que se puede trasegar a sus gargantas y la frecuencia en afirmar  que ponen los cojones  sobre la mesa a la hora de decir lo que harían o dirían a sus jefes, pero sólo cuando no están presentes. Cuando lo están, se comportan con el respeto y servilismo característico de los valientes.  De ahí el silogismo tan socorrido entre ellos de “el valor se le supone ” Era entonces cuando se producían las muestras más evidentes del patriotismo más exaltado y casposo: parecería que se derribaran los límites y surgían  las expresiones más extremas y agresivas contra todos:  los civiles por débiles, contra los jefes por no tener coraje para sacar a la tropa y los tanques a la calle, detener a los sospechosos de activistas de izquierdas, a los homosexuales, a los débiles e indecisos y a los militares tibios que no quieren meterse en líos, pero que están siempre en actitud de avanzar con entusiasmo si tiene éxito el levantamiento de los más exaltados, pero siempre calculando el riesgo personal y los posibles beneficios esperados. Los pocos jefes presentes en el acto que se mantienen todavía sobrios, sonríen las ocurrencias de los que ya no tienen demasiado control de lo que dicen. Poco a poco el acto se va convirtiendo en una cueva de conspiradores, aunque muchos borrachos y otros con el miedo de los prudentes que es lo que lleva al éxito  las asonadas de los militares cuya misión parece ser conspirar, jugar a guerras sin ningún riesgo y en caso de que éste sea excesivo, se escabullen a sus cuarteles de retaguardia para organizar la estrategia que les asegure de peligros de ser descubiertos por cualquier chivatazo de cualquier compañero,  sin arriesgar  la vida ni que los servicios secretos descubran sus oscuros manejos. Estos valientes están siempre a la expectativa,  mientras la soldadesca en caso de conflicto se rompe los cuernos contra la tropa enemiga, que tiene las mismas características intelectuales y morales que los de su bando, aunque consideran que no son  enemigos entre sí, que realmente sólo lo son sus jefes que les envían a realizar misiones de riesgo y ellos los profesionales,  tranquilos y alternando con La Madelon...

Conspirar: el deber de todo militar patriota.

En uno de esos actos castrenses, concretamente en el Día de la Patrona de Infantería en el que estaba el grupo que analizaba la estrategia militar mientras en los equipos se mantenían “profundas” tesis dialécticas”, vinieron diversos  jefes de la Plana Mayor a saludar al comandante Arteche porque estaba considerado como uno de los valores actuales y con mayor proyección de Defensa. Se cuadró como un poste, cuando les vio,  respondió mecánicamente a las preguntas que le hicieron y aceptó la invitación que le hicieron para tener una charla discreta en un salón aparte .Entre bromas y chascarrillos, uno de los jefes presentes insinuó que estaban diseñando unas maniobras virtuales en las que se establecían unos objetivos estratégicos que consistían en las clásicas acciones de toma de objetivos vitales, como el Palacio del Congreso, La Zarzuela, el Ministerio de Defensa, Aeropuertos, estaciones ferroviarias y la parafernalia que lleva consigo haber sido el eterno ejercicio teórico de las academias militares desde hacía más de cincuenta años. O sea que sorpresa, ninguna. Después le informaron que el diseño de esas maniobras estaban ya muy avanzado y que el objetivo último era la toma del poder en ese momento en manos de irresponsables civiles, poner al mando a un presidente, militar por supuesto, reprimir con la máxima violencia los elementos subversivos de separatistas y de izquierdas en un plazo máximo de 24 horas, para evitar las represalias de Europa y les impusieran las sanciones que asfixiarían la economía y aislarían al país sin permitirle cualquier posible reacción defensiva. Ponían a la consideración del Comandante Arteche el plan y los objetivos, le pedían que analizara las posibilidades de éxito, diseñara un plan global de acción y estimara las necesidades de personal y  materiales y formara la Task Force  para realizar la operación, con un calendario verosímil.
Arteche escuchó con atención, hizo preguntas muy precisas que apenas supieron responder los generales y almirantes presentes y finalmente pidió atención porque quería dar su opinión sobre el proyecto subversivo de aquel grupo de golpistas patriotas que disfrutaban jugando a batallas con soldaditos, sólo que en aquel caso los soldaditos eran de carne y hueso los que morían, no los generales y almirantes, y que el asunto era de una gravedad extrema.
Dice con serenidad y tratando de ser lo más didáctico posible:
-Excelentísimos señores generales y almirantes: permítanme expresarme con sinceridad y hasta con rudeza como es la norma de nuestra profesión. En nuestro país existe una Constitución que votaron todos los españoles y es la ley fundamental. En ella se establecen las misiones de las FFAA y la línea jerárquica de mando, cuyo máximo responsable es Su Majestad el Rey. Por tanto, cualquier alteración del orden constitucional se consideraría sedición y serían juzgados de alta traición si fracasaran, con la probabilidad de ser condenados a muerte los instigadores y colaboradores. Debo señalar que no sería difícil hacerse con el poder porque el actual civil es inoperante y está desnortado y, salvo algunos escasos patriotas de izquierda que se plantarían, lucharían y darían la vida por la independencia de la patria, de la justicia y por implantar un socialismo ético, la mayoría de los políticos estarían a la espera de los acontecimientos y si la asonada tuviera éxito, les faltará tiempo para adherirse al Movimiento. Pero aquí lo que tiene importancia no es lo interno, quienes deciden están en Alemania, Francia, Inglaterra, en Bruselas y USA. Aunque España ahora ya no es un país cualquiera: es una potencia media, pero con una extensión y localización estratégica y lo que suceda aquí no va a ser indiferente en Europa y en Occidente. Más aun les quiero manifestar: esta reunión que  estamos celebrando aquí, en un par de horas será  conocida por el servicio de espionaje sabrá mejor que nosotros nuestras conclusiones, quienes se adhieren y quienes no. O sea que, por si no lo saben, estamos siendo controlados y no tenemos ni la más remota probabilidad de éxito. Por eso, si me permiten, les sugiero que vuelvan a sus cubículos, sigan jugando a soldaditos de plomo y vivan felices, sin trabajar ni problemas como los que tienen los que deben ganarse el pan con el sudor de su frente. Nosotros tenemos el maná en forma de presupuesto que nos llueve del cielo abundante y magnánimamente. Pero no tienten la suerte y mejor que no muestren su vena patriótica porque es muy peligroso y los principios militares que aprendieron en las academias ya son historia y a los civiles les sirve para divertirse. Yo también ardo en deseos de continuar con la tradición impecable de los ejércitos españoles que siempre se han distinguido por nuestra capacidad de sedición cuando hemos percibido que los civiles en su irresponsabilidad están arriesgando la unidad, la grandeza y la libertad de la patria. Pero este espíritu bélico tan acreditado a lo largo de nuestra gloriosa historia ya no es valorado en Europa como cuando éramos un” imperio en el que “nunca se ponía el sol”. Aunque, para ser sinceros, mejor nos hubiera ido si se hubiera puesto el sol en él. El gigantismo es sólo para los imperios con solera, España actuó como una potencia sobrevenida, a consecuencia del oro que venía a raudales de América, pero que estuvo tan mal gestionado por los Austrias primero y a continuación entraron en escena los Borbones, quienes se preocupaban sólo de cazar,  de saraos con las cortesanas, tener hijos bastardos y dejarse manejar por validos y militares golpistas de profesión.
Nuestros ejércitos siempre se han distinguido por su arrojo y valentía, pero hay que reconocer que cuando hemos querido  gobernar, hemos fracasado estrepitosamente porque romperse la crisma con el enemigo y echar cojones en la batalla es más fácil que administrar los escasos recursos, negociar y convencer a la población y todo ello contando con el factor de la libertad que los civiles exigen.. Nosotros tenemos la fuerza y despreciamos la inteligencia porque es peligrosa y cuando necesitamos negociar y convencer, fracasamos, por eso los civiles nos temen y se mofan cuando nos ponemos a sustituirlos en la actividad mercantil, política y humana.
Uno de los generales que escuchaban con atención interviene para responder al Comandante Arteche:
-Comandante, discrepo totalmente de sus apreciaciones respecto a la misión de los militares en la gobernanza del país. Aprecio en Vd. un toque derrotista que quiere disimular apelando a la profesionalidad que se recibe en las academias actualmente. No hay duda de que el ejército es y ha sido siempre la espina dorsal de la nación. El glorioso Alzamiento Nacional es una muestra de la responsabilidad que supo asumir, muy a su pesar, cuando la patria estuvo en trance de convertirse en un satélite de la URSS. Que el Generalísimo supo rectificar y crear una patria nueva con los restos de una guerra fratricida y que gracias a su gestión se convirtió en la décima potencia mundial. Así mismo, nuestras FFAA actualmente están perfectamente capacitadas para cualquier misión que se le encomiende y puede enfrentarse al ejército más potente del mundo, pues la carencia de medios la sustituimos con el valor proverbial de nuestros soldados y estamos dispuestos permanentemente a sacrificar nuestra vida en cumplimiento del juramento que hemos hecho a la bandera; de eso no tengo ninguna duda, pues nuestra gloriosa historia así lo acredita. A pesar de que los poderes civiles nos escatiman medios para mantener operativos nuestras unidades y se gastan en  crear universidades, mantener a una pléyade de médicos y enfermeros  para atender a una población cada vez más exigente y menos sufrida. Y esta filosofía degrada la esencia de nuestra gloriosa historia.  No se acuerdan de los años de la posguerra, en los que no había apenas médicos ni sanidad, pero que la gente mantenía un espíritu combativo que ahora se ha perdido y que ha creado una sociedad enfermiza, indolente, exigente, que sólo conoce sus derechos, pero no sus obligaciones. Gracias al espíritu castrense que aportan las FFAA somos un ejemplo para la juventud y  la admiración y la envidia de los que quieren que tengamos una patria mejor, más fuerte y con un ejército poderoso que nos defienda en cualquier situación contra el enemigo, bien sea el comunismo, como los terroristas árabes o el imperialismo del capital que no tiene patria y sí ambiciones materiales y ninguna pasión por los valores nacionales.. Así les va a ellos y se consumen en la envidia de ver  a los españoles que sabemos compaginar los valores patrióticos con el esfuerzo y la alegría de vivir. Somos un pueblo privilegiado que provenimos de los Reyes Católicos, de los Tercios de Flandes, de Ceriñola y Garellano, de Lepanto y Trafalgar, de la redención de los indios a los que cristianizamos, a los que  dimos cultura y les civilizamos, habiendo creado una comunidad de pueblos indígenas que se llama La Hispanidad, bajo el manto de la Madre Patria a la que aman, respetan y en reciprocidad, la Patria les acoge con generosidad, pues sólo hay que ver que el grueso de nuestras tropas provienen de países andinos a los que se les ha dado una educación,  oficios y perciben unos suculentos sueldos a cambio de su pasión por servir a la madre patria. De nuestros  jefes, oficiales y suboficiales sus virtudes son obvias, puesto que constituyen la esencia de la patria y  una garantía de que  está bien defendida porque estamos comprometidos a dar nuestras vidas si preciso fuera…

Como el general parecía que estaba exaltado por la vena patriótica y porque había tomado algunos gin tonics de más y su verborrea iba creciendo en intensidad patriótica, en volumen de voz y como los presentes, disimuladamente, le estaban tomando a chirigota, el Comandante Arteche se atrevió a intervenir respetuosamente ante la catarata del discurso  diciendo:
-Mi general, no sabe VE lo  bien que suena escuchar a una alta jerarquía militar expresar su patriotismo con pasión y medida. Si los mandos tuvieran la voluntad de estar próximos a la tropa, a pesar de lo ocupados que están por sus altas responsabilidades, creo que sería un apoyo importante para mantener el espíritu y  el patriotismo de los que tenemos el deber sagrado de defender la patria. Pero ahora, si me lo permite, quisiera continuar exponiendo mi punto de vista sobre el plan de realizar un Alzamiento Nacional como aquel  glorioso del 18 de julio del 36.
Nuestro  ejército se ha quedado obsoleto, ya no es el paladín de la valentía, la resolución y la rebeldía, se ha convertido en un grupo de acomodados que están sólo pendientes de cuándo les llegará el ascenso, de que les suban el sueldo y de criticar a los civiles por no ser capaces de entender los criterios excelsos que se requieren para ser militar profesional. Nuestros propios mandos se han plegado a los civiles porque éstos premian la fidelidad con ventajas y sinecuras, pero han abandonado la función honorable de ser los guardianes permanentes de las esencias patrias. Se ha puesto el mando efectivo bajo la dirección de la OTAN, la UE y todas las organismos internacionales que valoran exclusivamente las estrategias globales de áreas mundiales, sacrificando las identidades de los estados tradicionales en los que los ejércitos eran la espina doral y los países  respetados y temidos por los demás, estando permanentemente las tropas en posición de combate para defender la independencia y el prestigio de nuestra nación.. Por eso lo que actualmente prima entre la oficialidad es la carrera militar: ascensos, sueldos, estudios civiles complementarios y lograr un puesto de agregado militar en cualquiera de los países miembros de las organizaciones supranacionales. Son escasos los militares patriotas que anteponen las exigencias del servicio a sus deseos egoístas, por eso, como decía patéticamente  el alcalde de Móstoles: “Españoles, la patria está en peligro, …., venid a salvarla”
Arteche había conseguido coger cuerda y cuando era así, era imposible pararlo, sólo alguien que fuera capaz de dar una noticia o criterio novedoso como para llamar la atención a aquellas mentes anquilosadas y sin inquietudes que no fueran las de pura supervivencia y aprovechar cualquier oportunidad, era capaz de detenerle. Así que uno de los almirantes pidió la palabra y con  parsimonia y queriendo crear la sensación con sus palabras y sus gestos, comentó:
-Es bien sabido que esta charla tiene las limitaciones que con palabras doctas ha detallado el Comandante Arteche, pero existe un factor adicional inesperado que cambia de pleno el planteamiento. Nuestra toma del poder estaría considerada como razonable por los mandos y estrategas de las organizaciones militares internacionales, con la condición de que no haya excesivas bajas, pues las poblaciones se muestran muy sensibles cuando mueren civiles en masa. Es una de sus limitaciones: no saben valorar los objetivos supremos de la patria y presta oídos a la demagogia de los enemigos de las fuerzas armadas, por tanto, de la  nación.. Se trataría de una operación militar de alcance limitado, sin violencia excesiva, con el objetivo de neutralizar los grupos subversivos de izquierda en todo el territorio nacional, con una especial profundidad en las comunidades más sumidas en el separatismo. De forma que en el plazo de dos o tres días se controlaran los sujetos más subversivos, deteniéndolos y si es necesario ejecutándoles para eliminar los cabecillas que son los que instigan a la población que se deja manejar por esos demagogos asesinos que no tienen inconveniente en destruir la patria para lograr sus objetivos inconfesables, con la disculpa de la justicia, la defensa de los trabajadores o la solidaridad internacional. Son separatismos que ponen en peligro la unidad nacional y es el momento supremo para que las FFAA cumplan con su sagrada  misión de defender la unidad de la patria, sus valores  y la razón crítica para vivir con dignidad, si no, es mejor morir con honor.
Por eso los poderes civiles por medio de los dirigentes máximos de los dos partidos mayoritarios están de acuerdo con esta operación militar en ciernes, con la condición de que después del denominado cambio, no  golpe, eso hay que dejarlo muy claro, se convoquen elecciones plenamente libres, aunque con la exclusión radical de cualquier agrupación que defienda valores marxistas y separatistas. En realidad, todos estos posibles incitadores serán encarcelados en este movimiento, fusilados los que se resistan y así, en cierto modo como hizo el Generalísimo en los primeros momentos del Movimiento, las fuerzas se emplearán con la máxima contundencia para aniquilar a los más peligrosos, para disuadir a los que se escondan y para que la población sepa que cualquier apoyo, aunque sea moral, incluso para controlar a los tibios, serán inmediatamente ejecutados sin compasión en juicios sumarísimos. Esta operación de tipo blitz-krieg tiene que ser instantánea, ejecutarse con la máxima eficacia y durar no más de 48 horas, para anular las reacciones solidarias posibles de la población y no puedan crearse grupos terroristas revolucionarios que provoquen a las FFAA y éstas tengan que ocuparse de  reacciones de las vanguardias terroristas. El efecto sorpresa debe ser inmediato y es la clave del éxito y de que las bajas sean moderadas para evitar las protestas de los pacifistas y grupos de derechos humanos de todo el mundo. Realmente esa es la principal misión de los ejércitos: evitar que el efecto  se propague por toda la nación, por Europa y por todo el mundo y anule la eficacia de nuestra operación militar  patriótica.

Todos los presentes guardaron un profundo silencio, como temiendo que los planes se hubieran desarrollado en exceso  convirtiendo los juegos  de guerra en algo peligroso que podría llevar al traste al país y estallara una nueva guerra civil. Los militares actuales ya había experimentado las consecuencias de aquellas “gestas” de los patriotas que después de Franco eran temidas por su indisciplina y actitud prepotente, pero al mismo tiempo se convirtieron en el hazmerreír de la sociedad civil que había seguido evolucionado, culturizándose y buscando la justicia social; no así las FFAA, que mantenían la mentalidad de un ejército victorioso y no había sabido montarse en el carro del progreso social, ni cultural, y estratégicamente  seguía siendo un mastodonte inútil, lento, temido por la población normal, aunque sirviendo de argumento para los chistes cáusticos o para atentar contra los mandos como un ejercicio de liberación ante la opinión de la población que tenía muy claro que Franco fue un dictador, que el ejército el que materializó aquella sangría durante la rebelión militar y que su personal, instalaciones y armamento se había considerado como el objetivo para justificar toda acción revolucionaria.

Estudio y diseño del plan estratégico para la operación “Adarra Jo.

Las conversaciones entre la cúpula militar y los políticos que lideraban los partidos mayoritarios fueron progresando, aunque de una manera velada y secreta, si bien esas reuniones tan discretas eran conocidas de inmediato por todos los periodistas y se reflejaban habitualmente en la prensa extranjera, no en la española que estaba rígidamente controlada. Aquélla trataba con regocijo y constituía motivo para las viñetas cómicas en la prensa-. En España como era habitual, nadie tenía interés por los preparativos de la sedición, porque temía que la Brigada Político-Social detuviera a los que se mostraran críticos. Era vox populi que había múltiples planes de sedición: unos eran los capitanes, que querían hacer algo parecido a la “Revolución de los Claveles” del golpe militar portugués del 27 de abril de 1974. Otro eran los coroneles que soñaban con la gloriosa estela de los coroneles griegos. Incluso los sargentos también habían diseñado el suyo que consistía básicamente en crear  un ejército sin mandos ni estrategia, sólo se trataba de demostrar a la jefatura que también ellos estaban presentes y que no admitían la cadena de mando tan rigurosa y miedosa. Así que el país era un hervidero de rumores y el Gobierno estaba ignorante de ello, preocupado porque los jueces   habían roto el acuerdo con los militares y el Congreso y gente que vivía del presupuesto, y habían empezado a investigar casos flagrantes de corrupción y  difundido algunos  como verdaderos sainetes que eran la base de las noticias de los  telediarios y causaban furor en el extranjero. Tanto, que España había vuelto a ser noticia de primera página porque los casos de corrupción y evasión fiscal eran la salsa que servía de válvula de escape ante problemas tan graves como los niveles de la prima de riesgo, las cifras alarmantes de paro y los planes militares de los gringos que estaban al acecho de invadir cualquier país que pudiera servirles para lograr protagonismo y vender armamento a países que servilmente les compran  con los fondos destinados a   atender las necesidades perentorias de desarrollo de la población.
La Plana Mayor de Defensa recibió instrucciones del Estado Mayor Central para que iniciara los análisis para establecer la estrategia y lograr  los objetivos con éxito. Los estrategas decidieron, después de profunda reflexión, denominar a la gesta patriótica  el nombre en clave “Operación Adarra Jo”, para poner un tono enigmático y despistar al enemigo. Que, por lo demás, se trataba de ocupar sedes de instituciones clave, instalaciones militares básicas y medios de comunicación y cadenas de difusión de noticias. Es decir: el Comandante Arteche, que había sido nombrado responsable máximo de la Plana Mayor no pudo desarrollar sus maravillosas teorías que le habían enseñado en las diversas academias militares más acreditadas del mundo, pues los planes de sublevación militar eran conocidos porque eran siempre idénticos a los múltiples anteriores.
 El panorama  era verdaderamente inimaginable: en las instalaciones del Alto Estado Mayor Central de la Defensa: centenares de jefes, mandos y subalternos estaban reunidos en diversas salas rodeados de un griterío enloquecedor, pues se discutía sin escucharse entre sí, tomaban café como si fuera un elixir provocador que, fuera de sus casillas, blasfemaban como posesos, se movían continuamente para no hacer nada. De vez en cuando un general entraba en las conversaciones y el silencio era tenso; pedía calma y que se siguiera con los debates con orden y que informaran a sus jefes de unidad, saliendo satisfecho al ver que la gente trabajaba, discutía y ponía el máximo ardor en sus diálogos. Se sentían satisfechos al verse que estaban desarrollando su misión sagrada de prepararse para la guerra, razón por la que, según  ellos, existían como patriotas. Al final del día se celebraban reuniones de los diferentes jefes coordinadores para poner en común los planes, para discutirse en los estamentos superiores y comprobar que lo que se estaba desarrollando era la base para el éxito más completo. Con vasos de wishky en la mano y proletarios Farias, bastante cargados de alcohol y patriotismo, se hablaba de las superficialidades más elementales, se ponía el énfasis en detalles sin importancia, como si lo crítico se quisiera evitar para no incurrir en responsabilidades o riesgos que pudieran exigirse algún día si se cosecharan fracasos o irregularidades.
Al final se terminaron los trabajos de redacción de los planes en los que los detalles eran minuciosos y sorprendía que mentes tan planas como las militares pudieran generar una estrategia tan detallada hasta límites extremos.. Se establecían detalladamente todos los movimientos de tropas, sus misiones, los medios a su disposición, el personal que las integraban, incluso se establecía una cronología rigurosa. Se señalaba dónde se tenían que aprovisionar de armamento, de munición, de combustibles, de alimentación. Se detallaban las misiones de apoyo de intendencia, sanidad, hospitales, fuerzas de reserva y su localización. Se exigía a todo el que tuviera algún nivel de mando, que se responsabilizara de sus hombres, que estuvieran informados de las operaciones que les concernían, los sistemas de comunicación con sus claves para no ser interceptados por el enemigo.  Toda esta información estaba detallada en diversos pen drives y se entregaban las órdenes de acción en copias para cada unidad de acción. El Comandante Arteche lo presentó a los miembros del Alto Estado Mayor Central de la Defensa que estaban reunidos en el bunker subterráneo contra ataques atómicos en un lugar camuflados en los sótanos del Ministerio de Defensa, que, curiosamente, todos conocían su ubicación y accesos y era extremadamente vulnerable, pues los conductos de refrigeración estaban a la vista sobre el césped del jardín y cualquiera que quisiera podría introducir por ellos una bomba o gasolina ardiendo, para que produjera una hecatombe. Pero así eran aquellos ilustres: tenían controlado con el máximo detalle lo que era superfluo, pero ignoraban los fundamentos de su acción que podrían llevarles a ser aniquilados.. Con la ayuda de un experto informático fue explicando lo que aparecía en una pantalla que reproducía el contenido de los pen drives. Los miembros del grupo estaban maravillados de aquella capacidad analítica del militar en el que se confiaba como una estrella mediática. Al final todos felicitaron al Comandante y se determinó que se mantuviera todo en secreto hasta que se dieran las órdenes oportunas para su puesta en activo. En la prensa extranjera, sin embargo, ya estaban detallados los puntos básicos de la secreta acción militar. Los jefes y militares de la máxima graduación se revolvían para lograr descubrir el topo que filtraba toda la información a los periodistas creándose una división de contraespionaje para evitar que los planes secretos se convirtieran en noticia de primera plana en la prensa europea, para diversión y solaz de los lectores que pensaban que se trataba de una serie televisiva de humor para popularizar a las FFAA españolas. Al final detuvieron a un sargento que estaba estudiando periodismo en los tiempos libres, al que se encontró documentación altamente secreta. Se le incomunicó, se le interrogó, pero al final se comprobó que era un ejercicio de redacción que había redactado para presentar en la facultad de periodismo. Tuvo mucha difusión todo el acontecimiento, pues al ser detenido, el Alto Estado Mayor emitió un comunicado en el que se desarrollaba una historia en términos de conspiración contra la seguridad nacional. Que se había descubierto la célula que estaba insertada en las diferentes unidades y que se trataba de un grupo muy capacitado y con una tecnología muy sofisticada. Pero con el transcurso de los días se fue descubriendo que todo se trataba de una historia mal urdida y sin pies ni cabeza. Al final quedó todo en el anonimato y se fue diluyendo poco a poco para que el ridículo no fuera descubierto por la población. En Europa sí, tuvo una amplia difusión y sirvió para acreditar una vez más el gran prestigio que atesoraban los ejércitos españoles.

Movimientos  políticos .para establecer un gobierno de unidad.

En los círculos políticos se estaba trabajando a marchas forzadas para conformar un plan y crear un gobierno que fuera la síntesis de las fuerzas políticas operativas existentes, exceptuando los grupos separatistas, comunistas y de extrema izquierda. Los partidos mayoritarios estaban perfectamente informados y mostraban su pleno acuerdo a los planes de los militares porque se les reservaban gran parte de los cargos disponibles, se anulaban responsabilidades por corrupción o por delitos que tuvieran alguna responsabilidad ante los jueces y se decretaría una amnistía general. No se diría nada al rey de los planes porque se quería preservar a la corona y porque era innecesario que tuviera cualquier información que pudiera ser arriesgada, pues era conocido que su capacidad intelectual era limitada y porque, su incontinencia verbal podría poner en riesgo todo el dispositivo por alguna indiscreción a las que estaba tan habituado y que  había que contrarrestar de manera eficaz, pero que no supusiera para él demérito ni  desprestigio.
Así pues, una compañía de guardias civiles tomaría el palacio de Las Cortes, al mando del sargento Don Antonio Tejero Molina, patriota reconocido, formado en la lucha contra el terrorismo   en el Norte. Debería irrumpir en el Congreso, controlar a los diputados que se hallaban en sesión plenaria para la investidura de un nuevo Presidente del Gobierno, pues el actual había dimitido porque el desbarajuste político entre las fuerzas era tal, que por una vez estaba la totalidad de los diputados  presentes. La acción de los militares debía de ser contundente y brillante para intimidarles. Pero la realidad fue que aquella jarca de guardias civiles era un conglomerado  desordenado  de incompetentes,  ignorantes y  miedosos.  Su irrupción en el pleno de la sesión  tenía visos de un sainete de los Hermanos Marx: el sargento Tejero con una pistola en la mano entró dando gritos poco inteligibles, pero  soeces y dignos de militares en acción. Sí se escuchó con claridad la orden terminante: ¡Todo el mundo al suelo!, repitiéndolo varias veces..Los diputados, después de la sensación extraña de ver una banda armada de incontrolados, en un acto de valor que les honró, obedeciendo sumisos, decidiendo protegerse debajo de los escaños. Así, el espectáculo de ver a los representantes de los españoles muertos de miedo, arrastrándose por el suelo ante unos guardias civiles  desafiantes a los que  cuando se les ponían armas de fuego en las manos, se creen los salvadores de la patria, se vio estimulado cuando el citado sargento gritó descontrolado ¡Se sienten, coño!. Así empezó el sainete, siguiendo con disparos de unas ráfagas al aire de metralleta y  gritando, blasfemando y riéndose como si se tratara de una  opereta, aunque sin orden ni concierto. Los disparos se incrustaron en el techo del  salón de sesiones, quedando como testimonio de la gesta que emulaba a la del General Pavía, en esta ocasión sin caballos  Algunos pocos de los diputados mostraron dignidad y se negaron a tirarse al suelo, a pesar de que el sargento se lo ordenase y en algún caso trató de hacer una llave de judo para derribar a uno ya anciano que se negaba a cumplir sus órdenes, pero fracasó en su intento porque tenía escasa agilidad y su obesidad le daba un cierto tono de formar parte del ejército mexicano de Pancho Villa. En el suelo como unos valientes estaban el gran Fraga, el valeroso Felipe González, Alfonso Guerra muerto de miedo, el todopoderoso Abril Matorell,  Pelopincho Rodriguez Sahagún y  todos los ministros que tanta soberbia mostraban en su actitud habitual. Aquella imagen sí que fue realmente humillante al difundirse por Europa. Porque tantos planes  estudiados con tanto detalle no supieron prever que aquella sesión del Congreso se estaba televisando en directo, por lo que todo el vodevil lo estaban siguiendo  los espectadores desde sus domicilios y lugares públicos. Así es que, lo que parecía ser una operación militar ajustada a los parámetros habituales, se había transformado gracias a las cámaras en una comedia, eso sí, original y llena de emoción, aunque lamentable para el prestigio de las FFAA. Y de España, que era realmente lo que había llegado a ser el motivo del gran regocijo en el exterior..
El  capitán Muñecas, que por lo visto debía ser considerado entre la tropa como un intelectual, ocupó el atril de los oradores y con una expresión paternalista, típica de militar y con la pistola en mano para ser convincente,  pidió a los diputados que estuvieran tranquilos, que enseguida  se presentaría la autoridad para dar instrucciones. Militar, por supuesto, apostilló  con una sonrisa que pretendía ser irónica y ocurrente. Pero la autoridad no terminaba de llegar, algo no se estaba desarrollando según las planes previstos. El sargento Tejero ordenó encerrar a los líderes de los partidos en un despacho fuera del hemiciclo. Allí, vigilados por unos guardias civiles despistados, con órdenes de no permitir que hablaran entre sí los allí encerrados,  mantenían un diálogo con aquellos ilustres políticos miedosos. Unos por temor y los otros por ignorantes, allí se había formado la esencia de lo que sería más tarde la “Transición modélica”, que tanto entusiasmo había despertado en Europa y en el mundo y que había sido tomada como ejemplo para la salida pacífica de otras dictaduras. O sea que los diputados por los suelos, muertos de pánico, un sargento que ocupa las Cortes. donde radica la soberanía del pueblo  que una jarca de militares incultos y fanáticos ocupa a tiros, que es televisada en directo sin conocimiento de las tropas ocupantes, con un rey al que le habían dicho que toda la operación era un éxito, al final los jefes militares  conspiradores se hicieron un lío característico de  militares en acción, confunden las instrucciones y, en vez de realizar una brillante operación militar, se convierte en una comedia de enredo en la que los invasores se rindieron sin obedecer a las órdenes de los mandos invasores y tienen que escapar por las ventanas del Congreso porque allí no había ni orden ni concierto, sólo un marino que tenía su unidad naval en el estanque del Retiro se adhirió al sainete manteniendo una charla con el valiente sargento. Después vino la lección de compañerismo del comandante Pardo Zancada, que ya estando la operación fallida, se le ocurrió mostrar su solidaridad con los aguerridos ocupantes, entrando en el Congreso con su tropa , no se sabe si para hacer reír o para mostrar que “La patria no se rinde”, aunque  se rindió estrepitosamente, dando una lección de heroísmo militar.
Ni qué decir tiene que detrás de aquella operación tan extraña estaban los servicios secretos, que el Estado Mayor desconocía si se habían adherido o no a la asonada. En realidad los Servicios Secretos españoles eran además de secretos, eran ocultos y desconocidos, pues no se conocía quien era su jefe, ya que en otras operaciones que hicieron espiaron al rey, al primer ministro e incluso al general que les mandaba. Algún mando intermedio, además, se dedicó a vender informes a los espiados para que supieran que se les controlaban.  El cenit de la ciencia infusa de los espías del CESID lo constituyó un episodio que le sucedió al presidente del organismo conspirativo, Este se había ido de fiesta con alguna compañía poco recomendable, pero unos periodistas con una cámara  de  potente objetivo les fotografió en una posición comprometida. A los pocos días pareció la fotografía en la prensa. La reacción del Director al que cogieron con los pantalones bajados fue mandar cambiar a los servicios internos de criptografía el rostro suyo, poniendo otro  anónimo. No tuvo suerte el pobre: descubrieron la trampa, pues pusieron la efigie de un célebre cómico, por lo tuvo que dimitir. Aunque, claro, le mandaron de embajador a un país lejano para que se recuperase de la sensación de ridículo que tuvo que soportar.
La noche  de la toma del Parlamento  se fueron reuniendo en el Hotel Palace la plana mayor de los  tres ejércitos, los políticos que no estaban secuestrados en el Congreso y periodistas de todos los países que enviaban sus crónicas sobre la delirante operación de la toma del poder del Estado. Porque algunos de los generales desconocían muchos de los episodios que estaban produciéndose en el Congreso, teniendo que informarse por los periodistas que estaba allí tratando de informarse. Ironías de los militares españoles: su servicio de información son los periódicos.

La operación “Adarra Jo” va decayendo

El desarrollo de las operaciones, que comprendían la adhesión de las diferentes Capitanías Generales , supuso una manifestación de la incapacidad para comprender los planes que se generaban en el Alto Estado Mayor: habiéndose comprometido todos previamente para seguir en sus distritos la asonada, unos no se atrevieron por miedo, otros fueron relevados del mando por sus subordinados, así sucedió que los que se adherían, se desdecían y no dieron las órdenes necesarias, con lo que realmente la plana mayor no sabía con qué fuerzas y efectivos se contaba realmente. En Valencia el General Milán del Bosch, considerado como monárquico fiel y con prestigio entre sus compañeros por pertenecer a una estirpe militar de varias generaciones, con fama de duro, pero con escasas luces, mandó sacar los tanques a la calle. De los más de trescientos que estaban  en los parques de armamento sólo funcionaban treinta, con lo que más que una invasión parecía un festival de chatarreros en movimiento. Irrumpieron contra los semáforos, chocaron con los coches aparcados en las calles y de cuando en cuado alguno se paraba, unas veces por avería y otras por falta de combustible del que no se aprovisionaron al salir de los depósitos.
Mientras, Milans del Bosch esperaba instrucciones del centro de logística del Estado Mayor, pero nadie le llamaba, así que nervioso, quiso comunicar con ellos, pero no le cogía nadie el teléfono. Estaba desesperado porque sospechaba que le habían dejado a un lado y que los demás generales se habían arrepentido y no se atrevieron a seguir con los planes.



Intervención  y solución  milagrosa del Rey

El desbarajuste era de antología: el militar al que el capitán Muñecas había anticipado su presencia ante los diputados no llegaba. Los capitanes generales de las diferentes regiones militares no se definían, algunos que se comprometieron a sacar la tropa   se mostraban dudosos e inseguros, otros que en principio se parecían leales a la Constitución se habían amotinado sacando la tropa a la calle, aunque no sabían cual era su misión. En el Alto Estado Mayor había una calma extraña, parecería como si los generales hubieran perdido la noción de la realidad. A uno de ellos se le descubrió que en la cartera llevaba una petaca de wishky y le daba de vez en cuando un chupito a escondidas. Al final se acercó el comandante Arteche preguntándoles desconsideradamente qué era lo que hacían allí , echándoles una bronca fenomenal. Les dijo que estaban fracasando todos los planes y que la única solución era que el Rey llamara a los Capitanes Generales para que les arengara y superaran el miedo a las consecuencias. Allí estaba el General Armada, quien había sido aceptado por los políticos y por los militares como el  “Caballo Blanco”, según se había decidido denominarle en clave para mantener la eficacia de la operación, aunque todo era como una opereta, pues en la prensa ya era un secreto a voces la noticia de que el General Armada era el “Caballo Blanco” Los cabecillas de la revuelta preguntaron a Armada los planes que se estaban preparando, respondiendo que tenía que ir a hablar con el sargento Tejero, pues parecía que era el único que no aceptaba el plan diseñado y rechazaba la salida del Congreso con sus huestes sin honor,  pues se desprestigiaría a la Guardia Civil  según manifestó agriamente a Armada. La prensa más comprometida se preguntaba qué sería lo que entendían por honor aquellos miedosos ignorantes que se transformaban en temibles cuando se les ponía una metralleta en la mano.. Cuando Armada se entrevistó con Tejero, éste le replicó altivo: Mi general, si se me acerca  le pego un tiro y después me pego yo otro.  Coraje no le faltó: una vez más las FFAA daban una lección de patriotismo y anteponían la pasión y el amor a España a todos los embelecos que les ofrecía la hipócrita sociedad civil. Claro que habría que explicar lo que entendían por pasión y amor unos personajes cuya única capacitación era la de dar valor a la muerte, a la violencia y cuya principal característica intelectual era la ostentación de rechazo a todo sesgo que les humanice y sean capaces de reflexionar por encima del ombligo.
Ahora la operación “Adarra Jo” se había desbocado y lo que inicialmente fue un “juego de guerra” se estaba convirtiendo en un laberinto para aquellos militares que eran incapaces de encontrar soluciones imaginativas fuera de las broncas, blasfemias y órdenes improvisadas,  que se rectificaban  continuamente y se volvía una y otra vez al inicio del círculo que no tenía ni fin ni principio.
El Gobierno no sabía cómo actuar  para mantener la información a la opinión pública. Se había decidido que el rey se dirigiera la nación, pero no se concretaba en qué términos, pues todo ello dependía del resultado que iba adquiriendo los acontecimientos de la asonada. Por eso el ministro de Publicidad y Propaganda pensó en que el Monarca grabara tres discursos diferentes: si se vislumbraba que ganarían los sediciosos, se le daría un contenido patriótico en el que se defendían los valores eternos de la España Imperial. Que las democracias siempre han sido negativas para el país porque traen el libertinaje y los separatismos. Otro discurso se referiría, en caso de que los levantiscos militares alzados en armas fueran derrotados, a la necesidad de asegurar el orden constitucional ya que ha sido modélico y permitido el progreso moral y  material de la población española. El tercero se emitiría en el caso de que triunfara un levantamiento popular en contra de las aventuras fantásticas de los militares y se proclamara la República y todo el stablishment tuviera que exiliarse para evitar el juicio universal contra los poderes públicos causantes, que supusiera una catarsis para la ciudadanía..
Así se decidió y unos periodistas del pesebre se dispusieron a redactar los diferentes discursos grandilocuentes que más parecían exhortaciones bondadosas para que la masa se mantuviera controlada, a la que se añadiría la correspondiente dosis de pánico escénico para que no se sublevara. Vistieron a Su Majestad con traje de capitán general de los ejércitos, le hicieron leer varias veces el texto para que no se equivocara y  para que se le entendieran sus oscuras expresiones gangosas, mezcla de  Borbón y de su insuficientemente desarrollo intelectual. Después de infinidad de pruebas a las que se sometió pacientemente le hicieron las  tomas definitivas que se pensaron que eran suficientemente correctas.
Mientras tanto, en el Congreso los acontecimientos continuaban con grandes dosis  de miedo,mezclado con  teatro de guiñol y expectación: los diputados amedrentados bajo los bancos, los guardias fumando, jurando, riéndose y algunos comiendo bocadillos de anchoas regados con botellas de vino para mantener la moral de victoria, con las metralletas en ristre,se mantenían con  conciencia de que estaban protagonizando su más generoso sacrificio por la patria. Aunque ya se apreciaba una cierta dosis de cansancio físico y moral. Repentinamente se escuchó un tumulto: en los bancos de la parte superior se vio a un Manuel Fraga Iribarne poniéndose de pie haciendo aspavientos cómicos, vociferando comiéndose sus medias palabras. Al final se le consiguieron entender. Gritaba: ¡Deténganme que también yo soy diputado y quiero participar del destino de los que han sido llevados a otro lugar, pues me solidarizo con ellos! . Los guardias le ordenaron silencio y que volviera a tumbarse como los demás. El hombre quería gozar de la gloria reservada sólo a los líderes de los partidos a los que se les había encerrado aparte. Fraga quería también el protagonismo para no quedar marginado en vista de que estaba entre de los valientes que se arrastraban por el suelo. Todos los demás diputados le insultaron por oportunista y porque se las dio de valiente cuando los riesgos se habían rebajado considerablemente.

El final de la aventura quedaría en la nebulosa, pues parecería que se habían impuesto los constitucionalistas, ya que se emitió el mensaje real que les daba credibilidad.  Aunque hubo un episodio confuso al que se denominó “El pacto del capó” y que se ocultó celosamente a los medios de difusión, pero fuentes generalmente bien informadas descubrieron que aquel documento contenía las condiciones para el levantamiento del sitio al Congreso por parte de Tejero y sus huestes, que más que otra cosa era una rendición incondicional del Congreso dados los compromisos que adquiría con su firma el Gobierno. Como era lógico, a la salida de los diputados del encierro se le dio una publicidad rayana en la euforia, como si se tratara de la liberación honrosa de los heroicos padres de la nación. La actitud de Tejero al entregarse y ordenar a la tropa la retirada, estaba plena de detalles grotescos y todo parecía la lamentable interpretación de una opereta en la que la música desafinaba, los extras hacían de protagonistas y los héroes estaban muertos de miedo a la espera de ver qué actuación les correspondía según el desarrollo del libreto. Pero los gobernantes quisieron sacar provecho de aquel humillante escenario, así que convocaron a la prensa que estaba expectante para conocer detalles que pudieran dar mayor realismo a los acontecimientos.
Mientras, en la prensa mundial se relataban detalles entre curiosos y verbeneros de aquella operación “Adarra Jo”, que sin duda llegaría ser llevada a las pantallas por su “realismo” y por el impacto   que estaba contribuyendo a elevar el cachet de la Marca España.



Juicio a los “amotinados” en  Campamento.

Los acontecimientos que siguieron eran oscuros y confusos, como si se tratara de  echar un sutil velo sobre aquel suceso que estaba siendo noticia entre político y grotesco en la prensa de todo el mundo y que el Gobierno quería contrarrestar con una campaña de contra información que a duras penas lograba tener resultados efectivos. La realidad era que al Gobierno le espantaba tener que encarar aquel episodio y quería lograrlo con las menores heridas posibles, pues la imagen de la “patria” estaba por los suelos, a pesar de que el ministerio de Publicidad y Propaganda lo intentaba de todas las formas posibles, pero sin éxito ya que los militares seguían empecinados en resucitar a la España Eterna y Predilecta de Dios,  a pesar del fracaso reciente de su aventura en el Congreso. Seguían aferrados a la idea de que los civiles eran incapaces de hacer lo que debían y que ellos estaban llamados a lograr las glorias que se le están negando y que tanto dolos causa en sus apasionados corazones. Pero la prensa extranjera desbordaba cualquier tentativa de control de la información a pesar de que la  tradicionalmente controlada por el ministerio de Propaganda se comportaba con la docilidad que exigieron a los beneficiados al  repartirse los periódicos y emisoras del Movimiento. La información clandestina fluía por todos los resquicios y no era posible controlar por más tiempo aquel secreto a voces. Había que pasar por someter a los levantiscos a un proceso judicial para parar la imagen de Estado bananero que se nos atribuía y que tanto sulfuraba a los que gobernaban con la autorización tácita de los militares. No en vano las Cortes Constituyentes tuvieron que aceptar el Capítulo VIII en el que se designaba a las FFAA como garantes de la integridad de la nación como patria indivisible de los españoles. El Gobierno tenía una cruel papeleta, pues debía atender a dos frentes muy complicados, pero sin otra salida que apelar a la mano de Santa Teresa para aque hiciera el milagro como era normal cuando el Caudillo tenía algún problema que no sabía cómo dar salida. Por eso el nuevo Ministro de Defensa, como a partir de la vigencia de la Constitución se llamaba a los ejércitos, convocó al Estado Mayor de la Defensa para plantearle el espinoso caso del juicio contra los asaltantes al Congreso. Curiosamente gran parte de los miembros de este Estado Mayor eran capitanes generales en las diferentes regiones, que tomaron parte de la asonada, otros que no llegaron a materializarlo, estuvieron dudosos y sólo alguno poco relevante se mostró firme en la petición de responsabilidades por aquellos hechos. Ante aquella denuncia, todos los presentes agachaban la cabeza, fingiendo que reflexionaban unos, otros que escribían  en sus blocks y los más superficiales miraban fijamente al que osaba pedir responsabilidades. El ministro, un desconocido  civil que durante el franquismo fue director general del SENPA y luego de la CAT, estaba nervioso, pues aquella reunión parecía una ceremonia a la que no se le veía salida que no fuera una bronca entre aquellos extraños demócratas que se había arrepentido de su tentativa cuando comprobaron que habían fracasado. A uno de ellos se le ocurrió que se convocara al comandante Arteche, que tanto prestigio tenía acreditado, aunque, curiosamente, fue el “cerebro de la intentona”. Nadie lo cuestionó, así que el ministro vio el cielo abierto y propuso volver a convocarles con Arteche.
La presencia de Arteche fue providencial, pues se le dio carta blanca para que presentara un plan y que el resultado del juicio fuera el que mejor conviniera para la Institución militar. Además, se había decidido ascenderle a teniente coronel, no se sabía la razón: quizá para que tratara de que sus conclusiones y planes fueran lo más digeribles posibles. Estaba claro que el nuevo teniente coronel sabía mucha táctica, estrategia y latín, pues siempre jugaba a ganar y a no perder.
El tribunal sería militar y se les aplicará el Código de Justicia Militar, por lo que  estaría compuesto por militares de alta graduación y los abogados corresponderían al cuerpo jurídico militar. Se decidió que las sesiones fueran públicas para dar entrada a todos los corresponsales extranjeros que poblaban Madrid.  El juicio tenía lugar en una sala del Regimiento de Campamento, correspondiente a la División Acorazada Brunete, cuyo general estaba entre los sediciosos y que tendría que comparecer ante el tribunal. El desarrollo de las sesiones era un compendio de equivocaciones, rectificaciones, gritos, interrupciones de los miembros del tribunal a los abogados a los que discutían sus argumentos con los suyos propios que hacían las delicias de los periodistas que llenaban la sala. Después de cada sesión se celebraba una rueda de prensa a cargo de un portavoz. Cuando los corresponsales le hacían preguntas  lógicas, él contestaba lacónicamente “Sin comentario”. Si veía que era extranjero la respuesta era: “not comment”, como queriendo dar un tono de políglota. Por eso, cuando un corresponsal le preguntó en inglés alguna cuestión, el portavoz le respondió: “Hable en cristiano, que en España somos todos muy religiosos”. Al  llegar el turno de comparecencia ante el tribunal a los generales acusados, algunos ,mantenían una actitud arrogante y paternalista, otros subían al estrado temblorosos, mirando a los del tribunal y respondiendo con  voz entrecortada y con un hilillo.. Algún otro, en cambio, se mostró altivo, respondiendo con lacónicos “ Si, No,” hasta que un abogado pidió al presidente del tribunal que llamara la atención al que se mostraba tan irrespetuoso con los letrados, a lo que el presidente respondió que pedía a todos que se comportaran como caballeros, que no hubiera tensiones y que no se perdiera las formas. El militar que estaba siendo interrogado se levantó, dijo alguna palabra inoportuna y sin pedir permiso a nadie se marchó, a pesar de las protestas del abogado. A él si que le echo una bronca el presidente, puesto que le acusaba de haber faltado al respeto a un dignísimo general de los gloriosos ejércitos españoles, apercibiéndole que si no mantenía una actitud digna, que podría derivar testimonio contra él. Mientras se producían aquellos episodios parecidos a un sainete de Arniches, en la prensa mundial se `publicaban crónicas en primera plana en las que se relataban hechos y detalles reales que parecería que se tratara de sustituir las páginas de humor por las crónicas del juicio más pintoresco y grotesco que pudiera haberse producido en el mundo civilizado.
La declaración del sargento Tejero tuvo que suspenderse en la mitad, pues de seguir, había el riesgo de que el juicio se convirtiera en algo irreal. Tejero ordenaba a los abogados que esperasen, que no le interrumpieran, que no sabían derecho, que no se arrepentía de nada y que si hubiera que volver a la acción, actuaría de la misma manera. En algún momento amenazó al abogado con pegarle un tiro. Blasfemaba como un loco, pero después respondía que a él sólo le mandaba Dios y que creía que Dios le había enviado para salvar a España de la democracia. Que por muchos años de cárcel que le impusieran, que él siempre estaría dispuesto a la acción porque ser militar es como un sacerdocio y los civiles no son capaces de entender lo sublime que tiene el servicio de las armas. El fiscal le preguntó quien había dado las órdenes de efectuar disparos en el Congreso: respondió con gallardía que él,.pero que habían sido balas de fogueo. Entonces- le vuelve a preguntar el fiscal- qué clase de munición de fogueo era aquella, si había hecho varios agujeros en el techo. Responde de nuevo con agudeza: Ah!, esos no los hicimos nosotros, serían probablemente cuando la toma del Congreso por el General Pavía. En un momento sacó un Farias para fumarlo, pero el presidente le rogó que no fumara, pues el humo podría molestar a la audiencia.
Las sesiones eran casi diarias y ya duraban más de seis meses, con lo que la popularidad de España creció en el mundo como nunca pudiera haberse sospechado. Así lo comentaba el portavoz con sus alegoría patrióticas y en un inglés que de por sí merecía la pena escucharlo a los corresponsales, pues cada vez que decía algo, lo traducía a su vez por si no se le hubiera entendido. Por ello ese año se batió el record de visitas de extranjeros a España, pues se había despertado en el mundo gran pasión para poder conocer de cerca  los protagonistas de aquella historia que los corresponsales difundían con la mejor voluntad de informar, pero con la intención canalla de reírse de este mundo de militares que parecían de los siglos XVIII y XIX,  en el que el progreso exigía flexibilidad, agudeza y eficacia como principal característica. Aquí se tenía la sensación de que se volvía a la época de las Cortes de Cádiz, de Isabel II, Alfonso XII y todo el ambiente zarzuelero de los amores clandestinos de reyes que orinaban sentados, reinas que se veían en secreto con sus amantes, validos de corte que  intrigaban.

El tribunal reflexiona para sentenciar.

Terminadas las sesiones del juicio oral, los miembros del tribunal  fueron llevados  a una sala especial para que los jueces analizaran las pruebas, discutieran sus puntos de vista y así poder emitir un veredicto. Les proveyeron de abundantes bebidas, barajas para poder jugar  partidas a fin de evitar el exceso de tensión. Las conversaciones se referían siempre a .temas profundos: el partido de futbol del fin de semana, las tías guarras que cada uno conocía. Después se ilustraban leyendo el Marca, La Razón y otra prensa de corte progresista.
Todos estaban de acuerdo que la sentencia tendría que ser dura para que el populacho se serenase y no se produjeran motines ni  continuara con el folclore de los corresponsales extranjeros, pues se había creado en todo el mundo una sensación de que España era un país de juerga, borracheras y que los militares daban un tono festivo con sus “virtudes” y patriotismo. Se decidió que se condenara a los que se les había identificado por la televisión, pues era inevitable. A los generales y personajes significativos no sólo no  se les exoneraría de cualquier responsabilidad, sino que se ensalzaría su patriotismo y generosidad a la hora de la defensa de la Patria.. Aunque tenía prohibida la salida de la sala en la que se reunían, por las noches se escapaban a tomar copas y alternar con guarrillas a las que contaban todos los secretos de las deliberaciones, las cuales de inmediato ponían en conocimiento de los periodistas que estaban esperando  con expectación la sentencia. Así era que en los periódicos aparecían diariamente crónicas relatando con pelos y señales todo lo que se cocía en el tribunal que estudiaba el caso. Al leer las crónicas los del tribunal se desesperaban al ver que alguien hacía de topo entre ellos para filtrar información que servía al día siguiente a la prensa para alimentar el morbo. Cada cual sospechaba de todos, pues era claro que los medios estaban untando generosamente a los chivatos. En realidad todos echaban de menos que alguien les propusiera facilitar lo que se cocía en el seno del tribunal, aunque se mantenían irritados porque entre aquellos dignos militares se estuviera contraviniendo todas las virtudes que adornan la clase militar. Cada uno de los miembros del tribunal estaba a favor de algún acusado que era amigo o pariente. Unos les colocaban de agregados militares en las diferentes embajadas, a otros que se les expulsaría del ejército se les buscaba algún consejo de administración en bancos, grandes empresas o  servicios en organismos civiles. Al sargento Tejero se le pondrían cinco mil años de cárcel y se le acusaba de todos los delitos posibles e imposibles. A los guardias civiles no se les podría castigar, pues el “pacto del capó” así lo acordó. Cada miembro del tribunal percibía unas dietas diarias de 80.000 Ptas. y se alimentaban con cargo a cuenta del ejército. Algunos días venían a visitarles sus esposas y familiares. En esos momentos se comportaban como si se tratara de nobles caballeros, pues el ambiente se transformaba en escenas palaciegas en las que se vestían con sus uniformes de gala, con sables, medallas y toda la parafernalia al uso en las grandes acontecimientos..Al marcharse sus familiares se soltaban el pelo y los ríos de cerveza, whisky, vinos de marca inundaban los salones. Aprovechaban para que entraran sus queridas y concubinas y a partir de ese momento se producían los episodios en los que nada era extraño: parecía una bacanal en la que los generales se comportaban como mozalbetes sin sentido común ni del ridículo.
 Estaba claro que las sentencias a los que se consideraron culpables, deberían ser ejemplarizantes, pero el presidente del tribunal temía la reacción de la Junta de Jefes de Estado Mayor, pues era de esperar que estuvieran en contra de sentencias tan graves que desprestigiarían el honor sagrado de los ejércitos de España. Se barajaban distintas hipótesis para digerir el marrón que se les venía encima. Al final se decidió convocar al Teniente coronel Arteche para que fuera el vehículo de comunicación con la cúpula militar. Se le pidió que se presentara en el cuartel de Campamento, se le explicó el problema y Arteche, con un cierto grado de ironía les dijo que no deberían sentirse tan preocupados, que él sería quien arreglara el entuerto.
No se conocieron las negociaciones con los jefes, pero se llegó al acuerdo de que se escenificaría la lectura de la sentencia ante el público, a fin de acallar la sensación de que todo el proceso era una comedia mal interpretada. Se convino que en breve tiempo todos quedarían indultados y volverían a sus unidades, manteniéndoles la antigüedad y todos los  derechos y premios que tuvieran. El día de la publicación de la sentencia había una gran tensión porque en los cuarteles ya se conocía la sentencia y se palpaban. tensiones que podrían terminar en una revuelta, pues esa es la tradición de nuestros acreditados ejércitos. Arteche visitó uno a uno los cuarteles y explicó con pelos y señales los términos acordados con el AEMC. Algunos oficiales jóvenes tuvieron que ser llamados al orden por si su idealismo se desbordaba  a causa de su poca capacidad de reflexión y por el peligro de entregar armas a colectivos sin criterio. Finalmente se apaciguaron, aunque el efecto de la sentencia entre la ciudadanía resultó muy efectivo, pues la prensa del pesebre, manejada hábilmente por Arteche y su grupo de conspiradores que se habían pasado a la democracia al verse descubiertos y que fracasara toda la operación, mostraba una gran satisfacción y resaltaban la dureza de las condenas y la necesidad de una catarsis de la población que estaba tan enfrentada a los ejércitos en vista de la rica historia de levantamientos, insubordinaciones y golpes de estado. La prensa transmitía una sensación de que todas las veleidades de las FFAA eran ya una venturosa historia. Los jefes superiores condenados fueron recluidos en un castillo que fue adecentado con todos los lujos y comodidades, donde podían recibir a sus familias cuando lo creyeran conveniente. Al cabo de tres meses empezaron a salir en libertad vigilada por los más extraños argumentos: enfermedades que se inventaban, fiestas patronales de los diferentes ejércitos y un sin fin de disculpas que ninguna se tenía en pie. Al cabo de dos años todos estaban en libertad porque el gobierno les indultó en secreto  sin publicar los decretos.
El tiempo fue transcurriendo y las tensiones fueron rebajándose, la prensa extranjera consideró que los militares españoles les había dado suficiente argumentos para divertirse y ya no les merecía la pena seguir haciéndoles rabiar como a niños. Así pues, se continuó con la corrupción institucional, con el gigantismo de una administración ineficaz y cara, con jueces que redactaban sus sentencias al teléfono con instrucciones de algún político que tuviera intereses “humanitarios”. Los militares indultados se expandieron por todas lsa embajadas y consulados españoles en el extranjero. A otros se les nombró consejeros de eléctricas, bancos o líneas aéreas o marítimas.  La población estaba mucho más sensibilizada y se sentía más patriótica, `pues crecía la pasión por “La Roja”, por Fernando Alonso, El Real Madrid y las aventuras de Julián Muñoz y La Pantoja, Belén Esteban era considerada la “Reina del Pueblo” y los programas de televisión de mayor share eran los de alto contenido intelectual y profundo relacionados con las bodas, embarazos o separaciones de famosos/as, los viajes de vacaciones eran la principal preocupación del pueblo español, tan acreditado intelectualmente. Los bancos daban créditos a todo el mundo, aunque no pudieran pagarse, pues se trataba de fomentar la construcción desregularizada y falta de todos los controles de calidad que tantos beneficios producía a los especuladores y que potenciaban la compra de segundas viviendas en la costa como elemento de competición social a la que tanta afición hay en nuestra patria y se cernía una sombra parecida a una burbuja siempre a punto de explotar. O sea que se estaba creando una sociedad del bienestar que servía para atontar a la población para que se sintieran felices dentro del rebaño, aunque tuvieran que ser vigilados por fieros mastines. La población sentía devoción por aquellos mastines que les apaleaban cuando recibían instrucciones de los jefes políticos, a los que en un escalón inferior les seguían  militares expertos en guerra antisubversiva y en su celo profesional se empleaban con contundencia, con sacrificio y generosidad para “garantizarles su libertad” a pesar de perder la suya.


España se convierte en ”potencia”.


Transcurrían los años y la democracia se iba consolidando merced a la decidida política cultural y educativa de los distintos gobiernos. Así fue que en Europa se nos otorgara la vitola de demócratas  entrando como socios de pleno derecho en la EWG. Todo era felicidad y buenos augurios, pues Europa nos debía subvencionar anualmente con el equivalente al 1% del PIB para lograr aproximar nuestra renta per cápita a la media europea, lo que suponía que nuestro crecimiento, que era de por sí alto debido a la locura producida por la construcción,   se le debía añadir lo que se recibía de la eternamente pérfida Europa, con lo que los crecimientos anuales del PIB del 3 ó 4 % eran habituales. La población podía elegir empleos e incluso la emigración, que tanta xenofobia provocaba entre los que tantas veces tuvieron que emigrar porque en su patria no podía vivir,  era bien recibida, pues se ocupaba de realizar los trabajos que los “patriotas” rechazaban como degradantes. Tanta felicidad y abundancia convirtió a la población española en masa que era convenientemente manejada por políticos agudos y capaces. Las FFAA se fueron civilizando y comprendieron que ,l exceso de patriotismo no da réditos, así que desaparecida la generación militar heredera del franquismo más casposo, aparecieron los “expertos”, éstos eran los que habían aprendido inglés, pero continuaban siendo el paradigma del patriotismo. Por ello, y porque los gobiernos sucesivos les subieron los sueldos como antídoto a su pasión levantisca, y porque el rechazo al servicio militar obligatorio había llegado a poner en duda la existencia de la nación española, el permanente flujo de militares profesionales que salían de las academias y la falta de tropas para mandarlas, creó una situación rayana en una opereta, pues afirmaban que “la patria estaba indefensa y que estaba en riesgo de desaparición”. Así fue que se aceptó la decisión  que siempre rechazaron los militares auténticos, pues en palabras de Gutierrez Mellado “Si se decide eliminar el servicio militar obligatorio, dimitiré inmediatamente”. Aunque la mili fue abolida y sustituida por un ejército profesional compuesto por andinos emigrantes y  por soldadesca con historiales oscuros y pasión por las hazañas bélicas, aquel ministro tan riguroso  no dimitió, pues una cosa eran los principios inamovibles por los que se estaban dispuesto a dar la vida si preciso fuera, y otra las cosas de comer.
Mientras el efecto positivo de la ayuda de la EWG favorecía a la población, nadie tenía problemas o al menos, no los expresaban con virulencia. Los duelos con pan son menos, según expresión de los cínicos. Pero la pericia de los políticos, tanto socialistas como de la derecha no logró que aprendieran que las variables macroeconómicas funcionaban mal, en realidad nunca les preocuparon porque afirmaban que eran teorías de economistas que querían hacerse populares ante la población. Un economista americano escribió un artículo en The New York Times que hacía alusión a algo que traducido significaría “burbuja inmobiliaria” y venía a querer decir que podría producirse le explosión de la misma y  llegar a ser la hecatombe. Lo primero que hicieron los expertos españoles fue denigrar aquella tontería que se le había ocurrido a un necio, que, curiosamente era Premio Nobel de Economía. Pero como la gente había aprendido algo inglés, leyeron el artículo, lo divulgaron por toda España y, aunque el gobierno quiso desacreditarlo, la realidad era tozuda: la idea base era: tanto piso y tanta obra pública hecha sin criterio nos llevaría al caos. Salieron los “expertos económicos del pesebre” para argumentar contra aquel profeta americano resentido que envidia la prosperidad de los españoles, puesto que ya habíamos  superado como potencia a Italia y estábamos en trance de rebasar a la misma Francia…”  Pero aquellas afirmaciones del curioso personaje parecía que iban calando entre los especialista y la inquietud se propagó a la banca española y por simpatía al resto de Europa y plazas económicas mundiales. Hubo un hecho crítico que fue la declaración de quiebra del banco Lehman Brothers que impactó con fuerza, de forma que de la noche a la mañana los bancos rechazaban conceder cualquier préstamo, pues aducían que no tenían dinero y que en el mercado internacional España ya no era considerada fiable. Por esa causa se produjeron quiebras masivas, el paro creció a un ritmo imparable, las hipotecas no podían ser pagadas y los desahucios eran como el espectáculo que animaban las fuerzas represivas golpeando a los manifestantes que se oponían a ser desalojados de “sus” viviendas. En realidad eran de los bancos prestamistas, pero los que las habitaban se hacían la falsa ilusión de que les pertenecían.
El gobierno de izquierdas que en esos momentos estaba en el poder, mientras recortaba por todas partes los servicios sociales, con otra mano entregaba a los bancos causantes de aquella explosión ingentes cantidades de dinero que, como carecía de él, debía salir al mercado internacional a pedirlo en unas condiciones extremadamente onerosas, aunque luego era entregado a los bancos  a un tipo de interés que prácticamente era un regalo .El desempleo crecía sin límites, así que las masas se mostraban en situación prerrevolucionaria, a lo que se añadía la generosa presión de la oposición de derechas para enmierdar, lo que se convirtió en una situación insostenible. Así hubo que convocar elecciones que ganó por mayoría absoluta la derecha, pues había basado su programa electoral en asegurar que solucionaría  la crisis, eliminaría el desempleo, reduciría  los impuestos  potenciando la sanidad pública gratuita, elevaría el nivel de la calidad de la educación y que  lucharía contra la corrupción que había sido fomentada y provocada por el anterior gobierno socialista.


Triunfo de la derecha.

Tan pronto como la derecha empezó a establecer normas para gobernar, promulgar leyes, extendió entre la población que los problemas existentes eran heredados de la izquierda. Aunque desde el principio de su mandato  empezó elevando todos los impuestos, menos los que gravaban a los ricos, redujo el número de maestros, médicos, enfermeras y bajando los sueldos a quienes dependieran del gobierno, lo que provocó multitudinarias  manifestaciones  llegando el paro  hasta más de 26 %. Pero lo más sorprendente resultó que los socialistas empezaron a protestar tanto en el Congreso como en manifestaciones callejera, aunque eran con las mismas reivindicaciones con las que le hacían a ellos la oposición conservadora. Claro, con el desprestigio que había adquirido la derecha con tantos recortes, si se le añadía la broma de los socialistas de exigir lo que ellos no se atrevieron a implantar, la población se lo hubiera tomado a chacota si no fuera porque las cosas no estaban para risas. Un hecho relevante sirvió para catalogar la seriedad y rigor, tanto de las derechas como las así llamada izquierda. Sucedió que España tuvo que pedir el rescate financiero ante la insolvencia del sistema, para lo que pidió cien mil millones de € para sanear la banca, liquidar las cajas de ahorro que fueron el detonante de la crisis y de la corrupción en España, además de algún otro agujero más. Pero Frau Merkel exigió a las autoridades españolas que se incluyeran en la Constitución la obligación prioritaria de atender los pagos de las deudas de la banca extranjera. Así fue: ambos partidos decidieron modificar la Constitución  en esos términos humillantes, pero sin pasar por todo el trámite legal exigido para modificarla. Hay que indicar que entre otros requisitos para una modificación de al Constitución es necesario convocar un referéndum para ser aprobado por la población. El asunto se solucionó presentando la propuesta en el Congreso, se aprobó por mayoría absoluta con la connivencia de  socialistas y la derecha. Mientras, el pueblo ignorante y preocupado por sus problemas particulares no expresó queja alguna, lo que demuestra que la política educativa de todos los gobiernos estaba orientada a adormecer a la población, a que se inhiba de los asuntos públicos y no se meta en los que no entiende, que para eso ya estaban los políticos que  se encargarían de que los problemas se  solucionen.
Mientras se convocaba una huelga general y la tensión en la calle se palpaba, el rey parecía que se había esfumado. Apareció, pero en fotos cazando elefantes en Namibia, acompañado por una bella hembra alemana. Quiso arreglar el desliz dando explicaciones sin  pies ni cabeza. Es que la aparición fue casual, pues durante la cacería se argumentó que se había producido una lesión importante, por eso hubo que mandar un avión espacial para traerlo a España, llevarle a una clínica y operarle. Tristemente la operación fue un fracaso y hubo que repetirla. Mientras, la ira popular no tenía límite, pues se acusaba a la primera autoridad de no estar presente en los momentos más sensibles dilapidando el dinero que el gobierno decía no tener. Al final tuvo que pasar por la humillación de salir ante las cámaras de televisión para pedir perdón,  prometiendo que no volvería a repetirse. O sea, que tanta majestad se veía obligada a comparecer ante sus súbditos pidiéndoles perdón por una fechoría que reconocía haber cometido. La monarquía ya estaba muy desacreditada por reiterados episodios de malversación de fondos, líos de faldas y con la sensación de la población de que era nula la utilidad de una institución que resultaba tan gravosa para el país., pero con éste  quedaba evidenciado que su posición era insostenible. Curiosamente los partidos de la izquierda, que tanto colaboraba para provocar la tensión, cuando se comprobó que la monarquía estaba en posición inestable, se unieron con la derecha y decidieron apoyarla porque la alternativa quizá sería que los militares volvieran con la amenaza de una posible toma del poder, como era en ellos costumbre inveterada.
Todo hacía pensar que las masas estaban en una situación incontrolable, por eso la guardia civil, la policía nacional y la ertzantza tuvieron que hacer gala de su alta cualificación psicológica para dominar aquella masa de las que se desconfiaba. Estos servidores del orden se ponían a dialogar con los manifestantes con su habitual moderación: tanquetas arrojando agua a presión, escuadras de agentes ocultos tras unos disfraces para amedrentar y para no ser víctimas de las iras de las masas. Aparte se veían agentes de paisano que, sin disimulo marcaban a los uniformados los objetivos a machacar. Con escopetas lanzando bolas de goma contra los manifestantes, y cuando se llegaba a situaciones de cuerpo a cuerpo, se veía que estaban entrenados para golpear con contundencia en partes delicadas del cuerpo, pues  las fotografías que mostraban los mandos policiales trataban de demostrar que golpeaban  sin riesgo. Lamentablemente tomas clandestinas de sus ataques evidenciaban que las normas eran sólo para tranquilizar a los que ya estaban tranquilos, pero no a los que  sufrían las consecuencias de aquellos combativos defensores del orden.
A la vista de que la situación era incontrolable a pesar de que las policías se empleaban a fondo, como el ejército se mantenía indeciso después de la gloriosa hazaña del 23 F, y pensando que la monarquía tenía pocas posibilidades de supervivir, optaron por refugiarse en los cuartos de banderas para jugar a las cartas,  beber alcohol por litros, preocuparse de “La Roja” y actualizar su información sobre el puterío patrio. Todo hacía presagiar que los miembros de la casa real huirían inmediatamente al extranjero.

Proclamación de la República. .

Efectivamente, todos los miembros de la casa real huyeron precipitadamente en dirección a otras monarquías consolidadas que habían logrado compatibilizar un parlamentarismo eficaz, con una monarquía sin funciones más allá de las puramente folclóricas y sentimentales que tanto cautiva a las masas incultas y a oportunistas que ganan pescando en todos los pozos, aunque sean negros. Las masas salieron a la calle mostrando su satisfacción, aunque esas mismas fueron franquistas cuando Franco reinaba; eran centristas cuando Suárez hizo La Transición, se convirtieron en felipistas con los socialistas y votaron con mayoría absoluta a Aznar. O sea que,  para fiarse de las masas. Lo más llamativo fueron los testimonios públicos de personalidades que se declaraban republicanas de toda la vida: Pepe Bono, obispos de los más conservadores, ex ministros que se distinguieron por la defensa numantina de la monarquía. Generales y altos funcionarios que asistían a las pascuas militares con devoción. Periodistas franquistas declarados se confesaron en la intimidad que siempre fueron republicanos, incluso directores de periódicos y periodistas de lo más granado entre los defensores del rey. Llamaba la atención que se declarara republicano Urdangarin y se rumoreó que también su mujer Cristina. En realidad todo el país se mostró eufórico con la venida de la República porque se hacían la idea de que se solucionarían los problemas con sólo  proclamar el régimen que  habían luchado por conseguir algunos pocos románticos que  permanecieron más tiempo en la cárcel que libres, lo que se convertía en pasto a la prensa  controlada para darle un tinte entre dejà vu y zarzuelero. Porque las masas actuaban  según las instrucciones que les transmitían los medios de comunicación, aunque cada uno en particular se sentía orgulloso de considerarse el único no manipulado, los cuales son realmente los verdaderos manipulados por tener fe en fantasías sin base real..
Se postularon muchos nombres ilustres para presidente provisional de la República: Aznar era el que más sonaba, pues reiteradamente manifestó su satisfacción por el cambio de una monarquía corrupta a una República democrática. Cómo no, Pepe Bono, que era candidato a todo, también se postuló a pesar de ser un monárquico que defendió con pasión la actuación  irreprochable del rey en el 23 F. Paco Camps sonaba con reiteración como candidato. Baltasar Garzón estaba entre los más probables, aunque también estaba considerado como uno de los jueces más ambiciosos que se apuntaba a un bombardeo. José Antonio Griñán, especialista en travestismo político, que tenía la habilidad de flotar como el corcho en una galerna, Magdalena Alvarez, que fue ministra y consejera de la Junta de Andalucía, que estaba procesada por cómplice en la estafa de los ERE de varios cientos de millones. Seguía una interminable lista de candidatos que se postulaban con astucia para poder seguir en el candelero. Belén Esteban estaba apoyada por un importante masa de televidentes a la que habían elevado a “Reina del Pueblo”. Paquirrín empezó a sonar con fuerza apoyada por su madre, Isabel Pantoja. No faltaron Julián Muñoz, Iker Casillas, Sergio Ramos, Lola Cospedal, Rafael Hernando, Joaquín Almunia, El Gran Wyoming y una interminable lista de personajillos popularizados por los medios de difusión, lo que mostraba la gran capacidad reflexiva de los españoles que tanto valoraban anteriores presidentes y reyes.  Curiosamente no se postulaban ni vascos ni catalanes, pues estaba claro que aspiraban a aprovechar esta oportunidad de incertidumbre y desconcierto para lograr la independencia y salir de la presión agobiante que ejercía España sobre las nacionalidades tradicionales. Pero un nombre que estaba oculto surgió: el ya coronel Arteche empezó a tener espacios en la prensa y televisión, aunque sus intervenciones se las hacían desde una visión institucional y patriótica, de manera que en los cuarteles y cuartos de banderas se había popularizado aquel militar que tantas  virtudes  le adornaban, por lo que la población empezó a dar por seguro que se le nombraría  Presidente. Este se proclamaría republicano a pesar de que todos sus antepasados fueron monárquicos integrales. El mismo hacía alarde en las Salas de Banderas de sus convicciones monárquicas y sabía que los militares estaban inquietos al quedarse sin monarca, por lo que les dejaba sin saber cómo iban a ser tratados por la nueva república, porque incluso se rumoreaba  que se iban a abolir los ejércitos por golpistas, inútiles y gravosos. Europa emitió una nota diplomática haciendo mención al respeto que le merecía el pueblo español y la libertad que le asistía para tomar sus propias decisiones. Pero amenazaba con sanciones si se produjeran excesos contra la población, reiterando la voluntad manifestada por todos los posibles candidatos  asegurando plenamente que la nueva República seguiría perteneciendo a la UE y que la forma  democrática de gobierno sería un requisito no negociable. No obstante la ambigüedad calculada con la que estaba redactada la nota, hacía mención a los derechos de naciones históricas en España que  habría que asegurar en el nuevo proyecto de estado bajo un régimen republicano democrático. Esta alusión a las nacionalidades históricas trataba de estimular a Euskadi y a Catalunya a que permanecieran dentro del nuevo proyecto republicano y abandonasen sus deseos independentistas, lo cual parecía imposible de lograr en vista de la cruel historia  de engaños y tramas de que fueron víctimas a lo largo de los trescientos últimos años: ya no se fiaban; habían decidido poner distancia con tan problemáticos compañeros de viaje..
Se formó la Junta Republicana Provisional de la que sería presidente el Coronel Arteche al que acompañaron personajes  sorprendentes, Rodolfo Martín Villa, Rodolfo Ares, Alfonso Guerra, Esperanza Aguirre y Diaz Ferrán entre otros. Como era lógico, nadie que se distinguiera por su espíritu luchador honesto aceptó entrar en esta operación oportunista para subirse el tren republicano. Aquella operación teatral de sustitución de una monarquía corrupta, impopular, que había servido para supervivir a los herederos del franquismo, por una república bananera y casposa fue un episodio más de la historia de este país que nunca tuvo credibilidad en el ámbito internacional, ni siquiera cuando en “el Imperio nunca se ponía el sol”. Así fue que una vez la España de pandereta se impuso a la que aspiraba a progresar colectivamente y a convertir en  ciudadanos y salir de la condición humillante de súbditos. Pero estas disquisiciones filosóficas de algunos intelectuales habían sido la base para que de vez en cuando se produjera el correspondiente golpe militar para prestigiar al nombre de nuestra España en lo referente a golfería, corrupción y exaltación de valores vergonzantes, como ser caritativos con los pobres dándoles limosna en lugar de justicia y a reconocer sus derechos. Eran épocas en las que se admiraban profesiones de vagos, como militares o policías, se fomentaba el politiqueo en lugar de declararse  servidores públicos. Se glorificaba la picaresca: el Lazarillo de Tormes era una obra literaria admirada, no por la calidad, sino por la capacidad inventiva que desarrollaba el protagonista para vivir sin trabajar a base de profundos discursos filosóficos. Así es que media España estaba enfrentada a la otra media sin poder encontrarse nunca el nexo de unión: eran dos países diferentes, que algunos vieron que manipulados convenientemente podrían dar buenos resultados para los rapaces.
Una vez elegida la Asamblea Constituyente, se nombró una ponencia de personalidades a los que se encomendó la redacción de una nueva Constitución en sustitución de la de 1978. En dicho grupo estaban intelectuales de prestigio, como Luis Bárcenas, Soraya Saenz de Santamaría, Del Nido, Ortega Cano, Rouco Varela, el Juez Ruz, el juez Marlaska, Pachi Lopez y Paco Camps. Quedaron como sustitutos Paquirrín y Belén Esteban.
Mientras, la situación económica se agravaba, pues la población pensó ilusionada que la venida de la república traería prosperidad, empleo y que volverían los valores tradicionales, como la siesta, el enchufismo o lograr una concejalía a perpetuidad para no dar ni golpe. Después de casi dos años se proclamó la nueva Constitución, que los expertos valoraron como la más progresista del mundo y a la que todos los países del entorno envidiaban porque las suyas tenían decenas de años, a pesar de ello seguían vigentes, aunque con modificaciones para actualizarlas. En España, no,, cuando había que hacer algún cambio, se daba un golpe militar para que  redactaran una nueva los triunfadores. Los puntos más sobresalientes  eran: la prohibición del divorcio,  de la homosexualidad, suspensión el aborto, se decretaba el español como lengua oficial única y se prohibía el Euskara, catalán y gallego, aunque en las naciones en las que se hablaban sus lenguas les pareció indiferente, pues ya se habían emancipado de la Madre Patria. La enseñanza se impartiría por las órdenes religiosas y se separaba el alumnado por sexos. Se prohibían los partidos políticos y los sindicatos. Era obligatorio oír misa todos los domingos y fiestas de guardar y rezar el rosario a diario en las familias. El adulterio era penado con la lapidación hasta la muerte del pecador.. Por eso España disfrutó de una paz que envidiaban en toda Europa, salvo en países en los que el comunismo ateo protestaba contra el sistema tan férreo de imponer las buenas costumbres a los felices súbditos de este original país. Cierto que el nivel de vida retrocedió porque los salarios se habían rebajado más del 50%, lo que permitía exportar a todo el mundo los productos con mucha mano de obra incorporada.  La Comisión Europea envió a Euskal Herria una propuesta de adhesión, lo que permitió que este nuevo Estado pasase a pertenecer de inmediato a la UE sin tener que pasar por trámites ni negociaciones excepcionales, en contra de los vaticinios de  España para disuadirnos de elegir la independencia..
Todo el mundo se sentía satisfecho  gracias a la inteligente actuación de los militares en la gesta del 23 F. En el País Vasco y en Catalunya se disfrutaba de la libertad, a pesar de que ambos nuevos Estados tuvieron que pagar deudas  a la metrópoli cuyo origen les era desconocido. Pero pagaron religiosamente para librarse del abrazo amoroso de La Madre Patria.

                                                  AMAIERA


1 comentario:

Fede dijo...

Lo siento por el camarada Arteche y por toda la cohorte celestial que le acompañe dispuesta a cambiar algo para que nada cambie; pero mi previsión para el futuro es muy distinta.
Los hados me dicen (augurados por mis fervientes deseos) que el capitalismo se hundirá a sí mismo llevando sus dineros, empresas de armamento, industrias y mamandurrias a China siguiendo el sacrosanto mandamiento que es su seña de identidad...Beneficio y más beneficio. Cuando dentro de unos cincuenta años, vascos,estadounidenses, ingleses, alemanes y potentados todos tengan ya allí acumulados sus tesoros, el partido comunista que ha mantenido su máscara apaciguadora con el lema de "gato blanco o gato negro, lo importante es que caze ratones", saldrá de la incubadora y se hará con el poder mundial, con lo que se establecerá al fin el estado único mundial y la Tierra será el paraíso, patria de la humanidad.