ESPAÑA SE VE OBLIGADA A TUTELAR A LOS VASCOS
En España existe un tipo peculiar de personas que se
desviven para que los vascos sean felices, aunque este pueblo se empeñe en
querer rechazar ese apoyo que les prestan esos apóstoles. Proponen que muestren
una actitud de aproximación a las ofertas de concordia y generosidad que los
ofrece el gobierno de la nación. Para ello piden que cesen de pedir utopías de
corte nacionalista porque la prioridad debería ser solucionar los problemas más
perentorios, como la lucha contra la crisis y pongan buena voluntad para
rebajar las tensiones nacionalistas aceptando que el gobierno central ya cede con generosidad al haberle otorgado el
privilegio del Estatuto de Autonomía y el Concierto Económico que atribuye a
las instituciones vascas derechos equivalentes a un estado asociado. En cuanto
al euskara afirman estos “hombres buenos”, que aman la lengua vasca porque es
como una reliquia de épocas desconocidas
que debería enorgullecer al pueblo vasco, pero que en las condiciones
socioeconómicas y políticas actuales, no
se entiende el fanatismo de una gran parte de la población que lo estudia con
pasión, si se tiene en cuenta que sólo lo hablan unos seiscientos mil, que,
además, tienen el español para
entenderse con más de quinientos millones y que el costo para la comunidad es
desproporcionado y supone un derroche de recursos. Quer es una lengua primitiva
con muchas limitaciones para
comunicaciones mercantiles, científicas o para expresar sentimientos. Que mejor
se debería potenciar el aprendizaje de lenguas vivas, modernas, que sirven para
entenderse con otros pueblos y lugares. Que el euskara más que aproximar,
separa a los que saben de los que no. Por
eso, en una tertulia en la que
participaba alguien que así pensaba, un oyente entró por teléfono y dijo que él
llevaba muchos años estudiándolo, que es muy difícil, pero que constituía un
motivo de orgullo el tratar de expresarse en su lengua. Que era doctor en
economía, que hablaba alemán e inglés y que había viajado por todo el mundo,
pero que amaba su tierra, sus paisanos y, “Badakizu, jauna? Gainera, oso harro sentitzen dut”, terminó en euskara.
Siguió diciendo que se sentía
universalista y vasco a la vez. El contertulio a su vez le respondió que con
ese perfil inflexible es difícil de entender que siendo tan cultos y
preparados profesionalmente, que se
muestren tan fanáticos;, que su acritud cabría entre los siglos XIX y XX, pero que en un mundo del
futuro que se está integrando en grandes grupos, esa actitud es la que lleva al
pueblo vasco al aislamiento. El final fue el de siempre: el periodista que
dirigía la tertulia, con el propósito de contentar a todos, se puso a
pontificar haciendo el ridículo por querer hablar de lo que se ignora. “No
discutas con un necio, que te hará bajar a su nivel y te ganará por
experiencia”., sentencia un humorista en serio.
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