LA JUEZA ALAYA DISPARA CON POLVORA MOJADA
Tanto cavilar para instruir el caso de los ERE de Andalucía,
transcurriendo tantos años sin convocar
juicio alguno, para que la jueza Alaya haya dejado que prescriba la acción
judicial contra varios investigados y se les haya tenido que dejar libres. Ese ha sido el final de la actuación de una
jueza que por su soberbia no ha aceptado ayuda para realizar funciones de apoyo a pesar
de que así se lo ha ofrecido el Poder Judicial. Con el empaque y la dignidad
con la que ha actuado ante la prensa se podía suponer que estaría a punto de
aclarar uno de los casos más emblemáticos
de la corrupción en España. Nada menos que casi 500 imputados, entre
ellos dos presidentes de la Junta de Andalucía, varios de sus consejeros y altos cargos de la comunidad. El
PSOE se ha visto incapaz de eludir el embrollo y su actual Presidenta, Susana
Diaz, ha tenido que salir a dar
explicaciones a diario sin dar abasto por falta de argumentos, con disculpas de
mal pagador para potenciar la imagen de partido “serio, que ha afrontado la
corrupción de forma ejemplar”.. La
población apoyaba a la jueza porque parecía que se iban a descubrir los chanchullos de la Junta favoreciendo a afiliados, amigos y estómagos
agradecidos. Por su rigor en la instrucción Alaya perdió la confianza de los
poderes judiciales, lo que hizo que la población le considerara la heroína que iba a descubrir lo que era un clamor
popular, por ello se le separó de la
causa, nombrando otro juez ya que se trataba de una maniobra para que las
sentencias fueran más livianas para el PSOE y para los imputados vinculados a la
Junta. Por lo que se ha descubierto, el caso se había convertido en un cenagal
que Alaya no ha sabido manejar, una consecuencia es que no ha sabido controlar el calendario de
las prescripciones que bien podría haber realizado cualquier auxiliar de su
juzgado. Gracias a su impericia se han escapado varias piezas a la justicia y
todo después del tiempo transcurrido y del coste inútil que ha supuesto todo el proceso
de instrucción de la causa; para, finalmente, culpar a algún auxiliar del
juzgado que, como es habitual, será el chivo expiatorio al que se le imputen
todos los errores y argucias acumulados
en el proceso y los responsables reales se libren de responsabilidades y los
juzgados continúen siendo el pariente inútil de un sistema judicial que
no puede ser homologado con el de los países democráticos, porque los jueces
españoles no responden de su
incompetencia gracias a que todo el
sistema judicial se ha transformado en un coladero para favorecer a los políticos corruptos y a los poderosos que se aprovechan
del sistema heredado del franquismo que son los realmente culpables del
desprestigio de la justicia del que “goza”
entre la ciudadanía.
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