TERTULIAS RADIOFONICAS Y TELEVISIVAS
El formato de tertulia radiofónica o televisiva es
interesante por su agilidad y por la posibilidad de hacer referencia a la diversidad de temas
de actualidad o de interés que se producen.. Pero suelen tener la fatalidad de
que terminan poniendo al oyente de mal humor porque los coordinadores, que
suelen ser periodistas, a menudo son los que provocan tensión entre los
tertulianos, terminando los oyentes más
confusos que al principio. Muchos de los periodistas tienen un nivel de formación
elemental, por ello dan un tono
superficial y poco ilustrativo a los temas. Suelen constituirse en la estrella
por su voluntad de protagonismo, no permitiendo apenas las intervenciones de contertulios expertos , cortándoles
y expresando su opinión sobre el tema del que sólo tienen conocimiento porque
han buscado información en discusión en Winkipedia o por Internet. No suelen ser capaces de evitar la algarabía
que se crea cuando varios de los intervinientes hablan al mismo tiempo, lo que impide
poder escucharse ni entenderse nada porque sólo se percibe un ruido desagradable. Argumentan los
periodistas estrella en su defensa que es imposible coordinar a varios
participantes y que si se les ordena el ritmo de sus intervenciones se pierde
espontaneidad y por tanto, se empobrece el contenido del diálogo. Habría que argumentarles
que es preferible una cierta disciplina que permita los diálogos fluidos, a que
se superpongan las voces de todos los que intervienen. Lo que hay que exigir a
los contertulios es que tengan la educación mínima para poder mantener una
conversación sin interrupciones ni responderse entre sí antes de finalizar las
de los demás. Que el periodista, director de la tertulia sea capaz de
distribuir el tiempo de las intervenciones, que no corte cuando algún experto
en el tema está expresando su opinión, por tanto, que no intervenga, pues suelen tener un contenido
elemental, y permita continuar su turno a quien tiene algo que decir y no el
afán de protagonismo del típico periodista inculto, pero con el desparpajo del ignorante
que cree que sus ideas son genialidades.
El oyente que se interesa por los temas que están tratando los expertos se revela cada vez que
el periodista interviene interrumpiendo y aportando la primera superficialidad
que se le ocurre, dejando al oyente sin conocer la opinión completa del experto
que es quien aporta conocimientos y criterios. Habría que enviar a estos periodistas opinion makers a aprender periodismo serio en
Inglaterra, Alemania, Francia… y de otros nacionales que saben realmente el
sentido de ser la voz de los que no la tienen.
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