UN INFARTO EN EL JUZGADO..
Un juez ha muerto de un infarto por exceso de trabajo, según
información de prensa. Sorprende que una
muerte laboral sea noticia, quizá se deba a que el fallecido sea juez.
En el mismo día dos trabajadores murieron al desplomarse sobre ellos una grúa siendo publicado
en la página de sucesos. Así sucede con
tanta frecuencia, que ya nos hemos acostumbrado: es la fatalidad, se dice. Llama la atención que venga en la prensa una elegía con el relato de
la circunstancia de que haya sido un juez en términos laudatorios, describiendo
el suceso heroico que ha causado la
desgracia. Según la reseña, el juez había afirmado anteriormente que su
dedicación profesional tan intensa respondía a su compromiso moral con la ciudadanía a la que se debía. Es encomiable su voluntad de cumplir con su
deber, pero habría que suponer que
muchas muertes anónimas que acontecen
en los tajos de trabajo responden a motivaciones equivalentes a la del juez.
Muchas personas no mueren en accidente de trabajo por la sencilla razón de que
no lo tienen. Al parecer, cumplir con el deber debe ser considerado como algo
excepcional en este país con tan escaso arraigo por el trabajo. Uno se pregunta
si la muerte de un juez tiene más trascendencia y merece un reportaje de
enaltecimiento en la pantalla, lo que mostraría palpablemente que hasta a la
hora de morir los trabajadores existen categorías como para ser o no dignas de
resaltar por alguna cualidad diferenciadora. Es una evidencia más de que la magistratura sigue constituyendo
una clase social privilegiada, pues parece que cuando cumplen con su deber son merecedores de considerarse poseedores de alguna virtud
excepcional. Por otra parte la sociedad no sólo les exigiría cumplir con su función como cualquier
profesional; además, que sus sentencias respondan a una justicia imparcial y
sin privilegios favorables a los poderosos como es la dolorosa realidad para los que tienen que
pasar por sus juzgados y esperar a la ruleta de la suerte. En cambio se podrían
relatar muchos comportamientos indignos de jueces que tienen poco de ejemplares
y no aparecen en las crónicas sociales. En todo caso es de justicia acompañar
en el sentimiento a sus deudos.
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