LA ESPADA DEL LIBERTADOR Y FELIPE VI
Los patriotas indignos acusan al rey “preparao” de que no hace nada, que vive para leer los discursos que le escriben sus amanuenses y que carece de iniciativa alguna, pues todo lo que hace tiene que estar previamente sancionado por el gobierno. Por eso se le considera “irresponsable”, por la doble razón de que así lo considera la Constitución Española y porque realmente la historia de la monarquía española así lo acredita. Tienen razón, pues no hace lo que tendría que hacer y hace lo que no debería. En la ceremonia de Proclamación del nuevo Presidente de Colombia, Gustavo Petro, cuando se trasladaba la espada del Libertador Bolivar todos los invitados se levantaron respetuosamente, nuestro rey aparece en las imágenes sentado, en una postura descuidada, sonriendo como enfatizando su intención despectiva, pues no en vano la mítica espada del Liberador Bolivar trataba de ser un reproche a los conquistadores españoles que colonizaron toda América, masacraron a sus habitantes indígenas, les arrancaron sus riquezas con las que financiaron sus aventuras imperialistas donde “no se ponía el sol”. Como “irresponsable” no se le puede culpar de ninguna falta al protocolo, más bien se le podría felicitar porque cumplió fielmente con las instrucciones que recibió del gobierno, puesto que en la ceremonia de proclamación del nuevo Presidente había una gran dosis de reivindicación histórica en favor de los pueblos indígenas colonizados y un evidente reproche a los colonizadores que, como representante estaba allí ejerciendo perfectamente su misión de responder a quienes desprecian la Hispanidad. Por tanto, deberían ser las nuevas autoridades colombianas quienes presenten una protesta por la falta de cortesía cometida por el máximo representante de la potencia colonizadora un invitado a la ceremonia. Aunque, quizá, lo que corresponde al Presidente que ha ganado las elecciones frente a los dirigente históricos que tienen tanto de qué responder. Sería reconciliarse, olvidar las ofensas acumuladas y gobierne con justicia en favor de la ciudadanía. Y al monarca español respeto a las reglas de la diplomacia.
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